Heberto Jarquín Manzanares
El 5 de marzo del 2003 viajé de Bluefields a Managua en un vuelo de La Costeña y al llegar al aeropuerto noté que los agentes de la Policía Antinarcóticos ubicados en la terminal se excedían al registrar a un joven pasajero negro.
Después que las maletas de todos los viajeros pasaron la inspección de rayos X, un oficial llevó un perro que olfateó cada bulto. Pero eso no fue suficiente. Apareció otro policía que llamó aparte al muchacho de raza negra y lo metió dentro de un cubículo metálico donde le quitó parte de la ropa para ver si traía bolsitas de droga adheridas a su cuerpo. La búsqueda fue infructuosa.
Para mi sorpresa, la humillación al “costeño” no terminó ahí, faltaba un interrogatorio: “¿Qué venís a hacer a Managua? ¿Dónde te vas a hospedar? ¿Cuántos días vas a permanecer en la capital? ¿Quién puede dar referencias de vos? ¿Tenés cédula de identidad?”
Ante tal atropello mostré al oficial inquisidor el carné que me acredita como corresponsal de LA PRENSA y le pregunté por qué inspeccionaba con tanto rigor al joven negro y no hacía lo mismo con el resto de pasajeros. La respuesta del policía fue: “Esta mañana capturamos a un viajero que venía de Panamá con drogas”.
Durante mi estadía en Bluefields platiqué con una amiga caribeña, de piel oscura, y ella me contó que la habían tratado de forma similar en una ocasión que pasó por el aeropuerto de Managua.
Este trato discriminatorio de parte de la Policía contra los “costeños”, negros o mískitos específicamente, se ha vuelto común en el aeropuerto de Managua.
Yo me pregunto: ¿Esta forma de actuar será una directriz de los jefes policiales?
Agradecería que la Policía me responda sobre tales actos que lesionan los derechos y la dignidad de muchos caribeños.