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Tecnología

Ser espiritual en la India es cada día más cómodo gracias a ofertas tales como bendiciones vía SMS, templos multimedia, ciudades dedicadas a sectas o telepredicadores que invitan, simplemente, a hacer lo que a uno le “dé la gana”. Cuando recién un famoso actor se recuperaba de una delicada intervención quirúrgica hizo una promesa: si […]

Ser espiritual en la India es cada día más cómodo gracias a ofertas tales como bendiciones vía SMS, templos multimedia, ciudades dedicadas a sectas o telepredicadores que invitan, simplemente, a hacer lo que a uno le “dé la gana”.

Cuando recién un famoso actor se recuperaba de una delicada intervención quirúrgica hizo una promesa: si salía vivo regalaría “algo único” al templo Venkateswara de Tirumala, en el estado indio de Andra Pradesh.

Acostumbrados a tales ofrecimientos, los administradores del templo enviaron a un equipo de auditores que valoró el patrimonio de la estrella y le instaron a que su ofrenda no fuese inferior a los dos millones de dólares.

Otro de los ocho millones de devotos que entregan sus donativos cada año en esta fábrica de bendiciones, también actor, prefirió agradecer la ayuda divina en forma de pantallas de plasma que fueron muy bien recibidas por los sacerdotes hindúes.

La tecnología parece una ayuda venida del cielo que los dioses hindúes no han tardado en aprovechar.

Desde hace poco es posible hacer ofrendas económicas vía SMS y obtener a cambio la bendición del dios que a uno le despierte más devoción e incluso ingresar en un cajero automático la cantidad deseada para disfrutar instantáneamente de la predilección divina.

BUDÚ INALÁMBRICO

Aunque, puestos a elegir un altar, hay pocos más espectaculares que el del flamante templo Akshardham de Nueva Delhi, que podría tomarse por uno de los monumentos construidos hace cientos de años… si no fuera por los efectos especiales, rayos láser y hasta robots que convierten la visita al recinto sagrado en una experiencia más tecnológica que religiosa.

Y es que la fe, o el misticismo, pueden llegarle a uno de la manera más insospechada, hasta sin cables de por medio.

La pequeña ciudad de Dharamsala en la falda de los Himalayas y capital del gobierno del Tíbet en el exilio. Ahora es, la capital wifi del budismo, al contar con una red inalámbrica de acceso a internet de la que ya disfrutan hoy más de 2,000 usuarios sin tener que pagar nada.

Los más adinerados pueden asistir al Resort Internacional de Meditación de Osho, cerca de Bombay. Para integrarse en esa comunidad es imprescindible comprar túnicas blancas de meditación, un cojín para meditar, calcetines para andar descalzo, comer solamente en los restaurantes del Resort y adquirir un pase en forma de pegatina que “autoriza” a su afortunado poseedor a reflexionar en una de las sesiones comunales.

Para los bolsillos más modestos siempre queda la televisión, donde se puede ver cada mañana al inefable gurú Sai Baba citando en la misma frase al Corán, a Sócrates y a Marx. En cualquier caso, si uno intenta alguna de estas fórmulas de espiritualidad a la carta y se siente decepcionado, no debe preocuparse: su caso no será el primero.

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