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PAC y Rubén Darío. (lustraciones de Luis González)

Darío y PAC: el ser nicaragüense

Cómo a partir de la obra de ambos escritores es que define el concepto de patria y el ser nicaragüense En el comentario Un Atlas de la Belleza de Nicaragua, Pablo Antonio Cuadra escribía: “Tenemos que usar los ojos darianos para ver y apreciar a nuestra patria pequeña pero destinada a ser centro y motor […]

  • Cómo a partir de la obra de ambos escritores es que define el concepto de patria y el ser nicaragüense

En el comentario Un Atlas de la Belleza de Nicaragua, Pablo Antonio Cuadra escribía: “Tenemos que usar los ojos darianos para ver y apreciar a nuestra patria pequeña pero destinada a ser centro y motor de la civilización de América. Pensemos en esa alta responsabilidad que hizo escribir al profeta de nuestra identidad nacional:

“En el lugar en donde tuve
la luz y el bien
¿qué otra cosa podría sino besar el manto
a mi Roma, mi Atenas y mi Jerusalén?”

En la definición del ser nacional, del ser nicaragüense, entran en juego no sólo la necesidad de crear, recrear o rescatar un imaginario nacional sino de reflexionar y amalgamar el complejo proceso de consolidación de la identidad nacional de un pueblo, de su lugar geográfico, topografía, fauna y flora, sus gentes (como esbozamos en el segmento anterior) en relación a sus raíces e historia, influencias y reacciones internas y externas, incorporación y nacionalización de mitos y leyendas, tradiciones, adaptaciones, competencia y cooperación, aceptaciones y rechazos, triunfos y derrotas.

Tanto Rubén Darío como Pablo Antonio Cuadra han cumplido para Nicaragua esa misión sublime.

Incluso en el caso de María del Carmen Pérez Cuadra, que quiere deconstruir “la apropiación e invención por parte de los modernistas nicaragüenses de la “nicaraguanidad” (tesis que atribuye a Julio Valle-Castillo), por cuanto “tanto para los protagonistas de la generación de Vanguardia como para los miembros destacados de la generación de los sesenta, la imagen de Darío como símbolo a partir del cual se puede definir a la nación es diverso y no unívoco sino que más bien se construye de acuerdo a las coyunturas político sociales internas y externas que afectan a la nación”.

Y, sin embargo, su tesis sostiene que Darío es una constante en la definición de la nacionalidad, que ha sido manipulado o usado como símbolo ideológico capaz de imponerse a la comunidad imaginada, es decir, a la nación.

Y aclara: “la formación de una identidad nicaragüense en estos dos momentos de la historia de la literatura se basa en que a partir de una imagen-símbolo se construyen diversos discursos que autentican y repiten hasta convencer al imaginario colectivo que son o somos nicaragüenses, o como dicen Miranda y Bravo: “un discurso homologizante o unificador pero que al mismo tiempo es excluyente”.

Nicasio Urbina sostiene en este contexto que “Pablo Antonio Cuadra ha sido para el pueblo nicaragüense esa voz, esa mirada, esas ideas. Ningún escritor en la historia de Nicaragua ha pensado la nación, ha intuido sus secretos, y ha hilvanado los retazos dispersos de su identidad, como lo ha hecho el gran poeta Pablo Antonio Cuadra” .

Si bien, como escribe Manuel Martínez , el “ser nicaragüense” de un Darío librepensador, progresista, anticlerical, cosmopolita, difiere por razones objetivas del Nicaragüense de Pablo Antonio Cuadra, el mismo Cuadra reconoce en este campo su deuda con Darío. El Nicaragüense de un Pablo Antonio Cuadra conservador, católico, tradicionalista, folclórico, representó la oposición de las ideas del ser nicaragüense de Darío: pero, incluso, en Pablo Antonio Cuadra no hay un concepto monolítico sino evolutivo del ser nicaragüense, un “ser dual con dos mitades dialogantes y beligerantes”, “tipo imaginativo, fantasioso, que con mucha frecuencia llega a la extravagancia barroca o a la fanfarronería”, “un desenraizado, vagabundo y poco tradicionalista” (en fin, el melting pot que presenta en sus ensayos sobre la definición y causas del ethos nicaragüense en sus Escritos a Máquina). No es injusto ni históricamente inaceptable explicar como un proceso dialéctico el dinamismo de la formación del concepto de identidad nacional cambiante que pasa por las fases de tesis, antítesis y síntesis para reiniciarse nuevamente frente a la vida real de la nación y todos sus componentes.

Continúa Martínez en el artículo citado que a partir de Darío, por primera vez, el ser nicaragüense es pensado por una mente propia: sin renegar de las raíces precolombinas, latinas e hispánicas; y en esa zambullida intelectual de Darío, sociológica, etnográfica, histórica y ontológica usa conceptos, visiones y valoraciones de los cronistas de Indias, de notas de viajeros, textos de naturalistas e historiadores. Esto se diferencia de otros que han visto, han sentido y han pensado el ser nicaragüense con otros ojos, con otros sentimientos, con sus propias ideas y valores de otros contextos y latitudes, otras culturas, como Fernández de Oviedo, Gomara, Las Casas, Squier, además de los aciertos e inquietudes de historiadores como Gámez y Ayón.

Darío, según Martínez, delineó, prefiguró, configuró, los rasgos de la nacionalidad y del ser nicaragüense y fundó, creó las ideas del imaginario colectivo que de alguna manera serán asumidos por los nicaragüenses: “Tienen las naciones su representación y personalidad que da trascendencia a las leyes de su destino”. Definió Darío la noción de “destino común compartido” que tanto anhelaba para Nicaragua, conocedor de las disensiones y reyertas continuas a que vivía sometido el país, por las pugnas de mezquinos intereses partidarios y provincianos. Pero volviendo a su propia búsqueda se identificó con la generación de su época, “que representa el espíritu de nuestra tierra”. “El nicaragüense es emprendedor y no falta en él el deseo de los viajes y cierto anhelo de aventura y de voluntario esfuerzo fuera de los límites de la patria”. Y se muestra orgulloso de su ser, de su pueblo, como demuestran los epítetos con que lo describe en el poema Retorno: “vibrante, fuerte, apasionado, altivo”. Aunque Darío se haya servido de las ideas que circulaban en su época, ideas hoy superadas: el Positivismo Spenciariano, el Maltusianismo, el Climatismo y su influencia en el progreso de los pueblos, y ciertas ideas americanistas; la intuición del genio de Darío sobrepasó esas limitaciones de pensamiento, gracias al soporte de las ideas liberales y a las corrientes socialistas que tenían curso de libre circulación en Europa, y de las cuales él se nutrió y ratificó en su retorno a una Nicaragua en proceso de cambios y transformaciones, del período la revolución liberal de José Santos Zelaya . Su referente es la Nicaragua mestiza, no necesariamente completa.

Por otra parte, en el contexto del imaginario nacional como constitutivo del ser nicaragüense, Ernesto Cardenal dice de Pablo Antonio Cuadra que “se nos revela como el más nicaragüense de todos los poetas”. Y Nicasio Urbina agrega con entusiasmo que en Poemas Nicaragüenses se encuentra “el origen de nuestra nacionalidad, la génesis de nuestros más antiguos deseos e ilusiones, la búsqueda visceral de la nacionalidad, del sentido y el ser histórico y del arraigo existencial. Como dice nuestro crítico inevitable, Jorge Eduardo Arellano, este libro ‘funda la poesía nacional en Centroamérica… canta el campo y la patria de tercera, capta el paisaje y la geografía —la naturaleza desbordante de Nicaragua— y, frente a la intervención extranjera, exalta la identidad propia’ … Mi lectura de Poemas Nicaragüenses es una lectura mítica, una lectura que se sitúa en la dialéctica entre el Paraíso Perdido y la Tierra Prometida”.

Pero nuevamente es el mismo Pablo Antonio Cuadra quien nos remite a Darío, al escribir en uno de sus artículos periodísticos: “Rubén decía a Nicaragua. Que era su palabra. La palabra del nicaragüense”. Así centraba la identidad nicaragüense, de su expresión, en ese “paisano inevitable”, como llamaba José Coronel Urtecho a Rubén Darío.

Fragmento del ensayo, Rubén Darío y Pablo Antonio Cuadra: Convergencias y Divergencias.

*Luis Alberto Ambroggio es Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, Director de la Academia Iberoamericana de Poesía y The Academy of American Poets.

La Prensa Literaria

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