El tiempo se burla de la vida, pero no logra borrar los recuerdos y la sensación de revivirlos.
Esos momentos vienen a la mente de Juan Bautista Arríen y lo atrapan en el pasado, invitándolo a revivir esos partidos que lo llevaron a ser parte de esa inolvidable Selección Nacional de Futbol, que ganó 2-1 a Estudiantes de la Plata.
La sonrisa de Arríen lo dice todo. Cuando habla de su faceta de futbolista que pasó hace décadas, su rostro sólo expresa alegría y una sonrisa cubre sus arrugas, que lo transforman en ese chavalo que contagiaba al resto de sus compañeros de optimismo y esperanzas de ganar.
“Para mí este encuentro no sólo es de amigos, ha sido encuentro con la vida de las personas, algunos ancianos, en sillas de ruedas, muletas, pero aún con vida, diciéndole sí a la vida ”, expresó un emocionado Arríen, quien fue homenajeado junto a otras glorias deportivas de Nicaragua.
- Así se vivió el concierto de Zoé en Nicaragua y el de Lady Gaga en Costa Rica.
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Entre ese grupo selecto se encontraba junto a Arríen uno de los mejores short stops que ha tenido el beisbol pinolero, César Jarquín. A pesar de sus 65 años de edad, Jarquín aún siente el bate y el guante en sus manos, todavía recuerda aquel Mundial de 1974, casi perfecto, en el cual terminó bateando para 407.
Jarquín estaba emocionado de reencontrarse con algunos de sus ex compañeros de equipo, también lamentando que algunos ya han fallecido, pero la tristeza se borra de inmediato cuando escucha su nombre por los parlantes anunciando que le regalarían una bicicleta.
Nadie impidió que Jarquín se subiera a su bicicleta, la lució como aquel niño alegre por su nuevo juguete. Las carcajadas no pararon, fue como si nunca quisiera regresar a casa y recordar que ahora esos tiempos de gloria ya son parte del pasado.
“Es una cosa muy bella estar aquí, recordar el pasado, reunirnos otra vez con otros ex jugadores es una gran bendición de Dios”, dijo Jarquín.
Muy callado, sentado en un rincón en su silla de ruedas, se encontraba uno de los mejores defensas del futbol nacional, Rosendo Díaz Bendaña.
“Chendo”, a como lo apodaban cuando jugaba futbol, ya no es el joven robusto del equipo Aduana, ni la Salle. Sus canas delatan sus 78 años de vida, pero su mente tiene más clara que nunca sus vivencias cuando era un diestro del balón.
Bendaña tampoco ha perdido su elegancia. Ayer estaba vestido de blanco hasta los pies, sus zapatos muy limpios y la ropa sin una sola arruga. Lucía muy contento por estar en la ceremonia de homenaje.
“Estoy feliz. Después de tanto tiempo que aún se nos reconozca es gratificante. A pesar que otros ya no están con nosotros, aún sus logros serán recordados”, agregó Bendaña.
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