Además de un buen repertorio, Dave Stewart entendió que para tener éxito era necesario concentrarse al máximo y disponer de un carácter fuerte.
Tuvo todo eso, pero también agregó a su arsenal una cara intimidante que parecía dominar a los bateadores mucho antes de pararse en home.
“Soy una persona a la que le gusta distraerse, bromear, pero cuando estaba en el montículo, estaba concentrado y eso me ayudó a ganar”, explica.
En 16 años, Stewart cerró con 169-129 y 3.97. Entre 1987 y 1990 registró 20-13 y 3.68; 21-12 y 3.23; 21-9 y 3.32, y 22-11 y 2.56.
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Cuando toma la palabra en la conferencia de prensa, Stewart dice que aún está dormido, porque anda con la hora de California (dos atrás que aquí).
“Hablaré poco porque temo equivocarme. Aún estoy dormido, pero estoy contento de estar aquí. La he pasado bien”, afirma el ex big leaguer.
Mientras jugaba, Stewart jamás pareció sonreír y su seriedad ayudó a promover su imagen en su época de esplendor con los Atléticos.
“El lanzador tiene que hacerse respetar de los bateadores. Ése es un primer punto a tu favor. Luego tienes que lanzar con inteligencia”, agrega.
Durante cuatro campañas seguidas, Stewart ganó al menos 20 juegos para los Atléticos de Oakland y fue Más Valioso en dos series de postemporada.
Ahora se dedica a representar jugadores de Ligas Mayores y espera que la academia en Nicaragua sea un éxito.
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