Al comenzar el año 2010 el ex presidente liberal del Banco Central de Nicaragua, doctor Noel Ramírez, expresó por medio de declaraciones a LA PRENSA importantes opiniones que representan valiosos consejos sobre política económica, que un gobernante de mente abierta, serio y sensato, los debería acoger y tratar de aplicar para bien del país y de su mismo gobierno.
Los comentarios del mencionado economista se refieren a la reforma tributaria que Daniel Ortega propuso el año pasado y al final sólo logró que se aprobara parcialmente, pero advirtió que la volverá a proponer en 2010. Dicha propuesta consiste en incrementar la recaudación tributaria en un porcentaje de 2.41 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), lo que equivale a unos 125 millones de dólares. Sin embargo, debido a la fuerte oposición que la propuesta encontró en la sociedad y la Asamblea Nacional, y después de una intensa negociación con el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), Ortega tuvo que aceptar que el incremento tributario aprobado fuese sólo de 45.8 millones de dólares, equivalente al 0.7 por ciento del PIB. Pero la espada de Damocles de la reforma fiscal desmesurada pende sobre la cabeza de la economía nacional y sobre el cuello de todos los nicaragüenses.
Según el doctor Ramírez, cualquier reforma tributaria se debe proponer y realizar al comienzo del período de gobierno, cuando está reciente la victoria electoral del gobernante y cuenta con bastante aceptación nacional y un razonable consenso con la oposición parlamentaria. Por el contrario, proponer e imponer una reforma fiscal cuando se acerca el final de una administración, es por lo menos una falta de prudencia, sobre todo —agregamos nosotros— si el gobernante tiene el propósito de continuar en el ejercicio del poder, cual es evidentemente la intención de Daniel Ortega, aunque lo tenga prohibido expresamente por la Constitución.
Advierte también el ex presidente del Banco Central que la reforma tributaria debe hacerse de una sola vez, que no es aconsejable hacerlas continuamente, “para no estar cambiando las reglas del juego permanentemente al sector productivo nacional ”
Pero la conveniencia política de la reforma tributaria, siendo importante es secundaria. La reforma fiscal debe ser un instrumento de política económica para el fortalecimiento de la estabilidad de la economía nacional e impulsar su desarrollo, no sólo ni tanto como medio de aumentar la recaudación tributaria para financiar los gastos gubernamentales y reducir la brecha fiscal. El sistema impositivo apropiado, señala el doctor Noel Ramírez, en sintonía con lo que otros reconocidos economistas advirtieron el año pasado, durante el intenso debate público sobre la propuesta de reforma fiscal de Daniel Ortega, “es aquél que no desestimule la inversión privada, nacional o extranjera; ya que de esta manera no desestimula la generación de empleo que es la mejor política social que pueda tener un Estado”. Y agrega que, siendo que la economía de Nicaragua “es pequeña y abierta, porque nuestro mercado doméstico es muy reducido y donde el aparato productivo es altamente dependiente de insumos importados, es fundamental que el sistema impositivo no desestimule a las exportaciones y no sobreproteja a la producción que compita con importaciones, ya que en este caso nuestro crecimiento sería muy limitado, castigaríamos a los consumidores y la producción que compite con importaciones nunca llegará a ser competitiva”.
En realidad, si Daniel Ortega concibiera la política fiscal como instrumento de desarrollo económico y social, no sólo como medio recaudatorio para financiar el gigantismo burocrático, el clientelismo político y la corrupción gubernamental aceptaría los sanos consejos que le dan economistas independientes experimentados, lo mismo que los razonamientos que los líderes del Cosep exponen en los frecuentes diálogos y negociaciones que sostienen con los representantes del Gobierno.
Los aumentos a la carga tributaria aprobados en diciembre pasado, a pesar de que fueron mínimos en relación con la propuesta original del Gobierno y el Cosep los aceptó con la resignación del mal menor, tendrán inevitablemente efectos recesivos en la economía nacional, que ya estaba en aprietos. Pero si Ortega logra imponer este año su propuesta de desmesurado aumento tributario, el daño a la economía sería catastrófico; tendría proporciones incalculables, incluso para el régimen de Ortega, aunque la arrogancia del poder no le permita prever y reconocer las consecuencias de sus actos desatinados.
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