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Verlaine fue inspirador para Darío como la música. LA PRENSA/CORTESÍA.

Bajo el divino imperio de la música

Erika Lorenz en un ensayo editado por el Instituto Iberoamericano (Hamburgo, 1956) con traducción y notas del alemán al español del recordado profesor Fidel Coloma, publicado en 1960 por la Academia Nicaragüense de la Lengua, pone a Rubén Darío “bajo el divino imperio de la música”, no porque a ella se le hubiera ocurrido el periplo a semejante constelación, sino para certificar a través de una diáfana, purificante investigación estética, que él cumplió con el ideal de concretar la vibración de sus versos, de ponerle sonoridad a las letras en la extraordinaria búsqueda de “transformar a la lengua española en un cuerpo sonoro, apto para expresar todas las vibraciones anímicas” (Erwing Mapes en La Influencia Francesa en Rubén Darío , París, 1925).

Por Joaquín Absalón Pastora

Erika Lorenz en un ensayo editado por el Instituto Iberoamericano (Hamburgo, 1956) con traducción y notas del alemán al español del recordado profesor Fidel Coloma, publicado en 1960 por la Academia Nicaragüense de la Lengua, pone a Rubén Darío “bajo el divino imperio de la música”, no porque a ella se le hubiera ocurrido el periplo a semejante constelación, sino para certificar a través de una diáfana, purificante investigación estética, que él cumplió con el ideal de concretar la vibración de sus versos, de ponerle sonoridad a las letras en la extraordinaria búsqueda de “transformar a la lengua española en un cuerpo sonoro, apto para expresar todas las vibraciones anímicas” (Erwing Mapes en La Influencia Francesa en Rubén Darío , París, 1925).

Él mismo trazó la perspectiva de ser habitante notable de ese mundo, lo cual revela no en el poema sino en el proemio ( El Canto Errante , 1907) donde hace un anticipo de su intento, de su aspiración de la forma de consagrarse: “He querido ir hacia el porvenir, siempre bajo el divino imperio de la música”. Alude al futuro de su esplendor en el arte de la creación novísima.

Erika Lorenz es una vocativa investigadora alemana. Ocupó un buen trecho de su dedicación académica en la Universidad de Hamburgo a cuyo seminario románico está adscrita para presentar su ensayo con tesis doctoral. Si cierta fue su predilección por la poesía en lenguas romances, no menos verdadero es que dentro de esa especialidad, su cultura y conocimiento profundo de la poesía de Rubén Darío, fulgura con destellos propios en su análisis, hondo y penetrante, en el cual por supuesto, la más alta de nuestras glorias aparece como protagonista esencial, dentro de un cúmulo de metas, coincidencias y coyunturas históricas de relevancias.

No está presente en ella el poeta que todos conocemos o aquel que en algunos casos emerge como andante en la superficie de la piel. Cada concepción está puesta en poemas que son minuciosamente seleccionados, determinados con la exposición de una métrica, de un ritmo diverso, de un matiz propio liberado de lo establecido. Son recurridas las posibilidades dentro de la andanza exploradora por los géneros o las modalidades de lo que tiene fibra para llamar la atención del universo auditivo.

Rubén Darío en su dimensión en la atmósfera donde la música se lee, se escucha, se danza o se declama y se pasea jubilosa como en La Marcha Triunfal. (La música triunfante de mis rimas).

Músico de la poesía o poeta de la música. Para sacar un resultado, una definición no opacada por la incógnita, había que viajar a las zonas del artista donde escasos habían entrado, latente el alma de la solfa. Zonas donde se requiere la presencia de alguien para comprobar si hay luz para el romance atenuante. Escudriñar el fondo para ver de donde nace el procedimiento usado para exprimir ritmo, armonía y melodía.

¿Encontró Erika aridez en algunos de esos territorios conquistados por su investigación? Ella misma lo explica con su visualización, ella misma arma las columnas de su razonamiento.

Verlaine, frecuentemente mencionado en su relación con el simbolismo se hizo prenda en las minas del paisano inevitable, en la influencia que en él ejerció esa escuela europea. De ahí parte (y en esto concuerda tanto tratadista de su revolucionaria literatura, poesía y prosa) el producto melodioso de la lira cuyos brazos alzaron con atributos de solista. Abre las predilecciones que desembocan en los caminos que él busca, desnuda sus aspiraciones, se decide como lo manifiesta el trabajo a “rendir cuenta de su quehacer poético”, acentuada la disposición en La Historia de mis Libros (1912- 1913), ya ante la vida en declive, a pocos años de la clausura en sus ansias de ir descubriendo nuevas formas.

Vayamos con Erika. Lo remonta a la adolescencia (1878- 1881) cuando pone a llorar al laúd (Sollozos del laúd) el instrumento que preludia a la siempre viva guitarra.

Todo se hizo encanto en aquel periodo, vocablo con el que bautizó entre aguas melodiosas y una gran voz ( Canto épico , 1887; Cantos de Vida y Esperanza, 1905; El Canto Errante , 1907; Cantos a la Argentina, 1910; Baladas y Canciones , 1896-1910). Me parece oír al tenor, lo sospecho en un delirio en esta aria “Y vi un alma/ que sin calma/ sus amores cantaba en tristes rumores/ y su ser/ conmover a las rocas parecía/ y era yo’’. En esta estrofa, fruto de edad fresca, muestra una lágrima del laúd, su afecto a la motivación barroca, adornada con más de un atavío en la solapa de su Romanza.

Uno de los primeros nexos con la música los tuvo con Luis Debayle, con quien compartía travesuras en el órgano de la Iglesia La Recolección en León. Pero también dentro de esa amistad temprana con el galeno, surge el hábito de acudir al acordeón con furioso frenesí. Tildado de mundano, lo pone a la par del órgano y del laúd. Rubén lacrimoso con el laúd, alegre con el acordeón, místico con el órgano.

Sobre Federico Chopin este es su testimonio y su sentimiento: “Vi el piano que hacía llorar íntima y quejumbrosamente al más lunático y melancólico de los pianistas”. Erika posibilita una íntima coherencia entre los nocturnos darianos, y Chopin. ¿Por qué esa vinculación sentimental entre el poeta y el compositor? Chopin es el poeta del piano, por la melancolía, por ser éste el eje en el rodaje flébil.

Darío al escribir (escuchando los violines del rey), se inspiró en Rameau y en Lulli, quien no se queda atrás en el galante barroco, minuet, gavota, contrapunto.

Manuscritos de Verlaine revelan cómo se sentía éste ante Richard Wagner. Su exclamación ante una grandeza superior no dejó de sorprenderme. El francés hincado ante el alemán. Palabras suyas: “Humildemente me inclino ante Wagner”. Darío es wagneriano según Marasso, “como todos los poetas franceses que pueden agruparse en torno a la escuela del simbolismo”. Sus cultores quisieron hacer con palabras lo que el operático genial con los sonidos.

La relación se inicia cuando el joven destapa las páginas de Azul y cuando en Los Raros pone a Verlaine ante “el enorme Wagner” Éste es también el libretista de sus óperas. Esto lo hace decir: “Es el creador del orbe de la música absoluta”. Suenan las trompetas de Wagner. Y la acorde admiración por Rubén Darío.

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La Prensa Literaria

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