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Héroes de supervivencia

El informe traza un cuadro desolador y destaca los obstáculos que la soberanía de los Estados miembros de la ONU y la complejidad de su sistema burocrático contraponen a las recomendaciones de instituciones internacionales y del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas para mejorar la condición nativa, preservar sus culturas y su visión de la naturaleza.

El Primer Informe Mundial sobre la Situación de los Pueblos Indígenas del Mundo registra avances en el escenario internacional, en completa contradicción con las situaciones y las demandas insatisfechas en el plano nacional y local.

El informe traza un cuadro desolador y destaca los obstáculos que la soberanía de los Estados miembros de la ONU y la complejidad de su sistema burocrático contraponen a las recomendaciones de instituciones internacionales y del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas para mejorar la condición nativa, preservar sus culturas y su visión de la naturaleza.

La investigación fue presentada por la ONU (Organización de las Naciones Unidas) el 14 de enero, realizada por siete indígenas especialistas en salud, educación, ambiente, derechos humanos y asuntos socioeconómicos, y patrocinada por el Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas.

Los pueblos indígenas entraron por primera vez a la ONU en Ginebra en los años 80, en el marco de un Grupo de Trabajo que creó escenarios de referencia sobre los derechos humanos colectivos, la sustentabilidad económica, el respeto por el ambiente y el desarrollo sobre la base de los conocimientos tradicionales.

La investigación presenta con realismo los estigmas que aún perduran en los pueblos indígenas como consecuencia de la colonización y de la explotación.

El grueso de esta población de 370 millones de habitantes que hablan cuatro mil lenguas subsiste en el estrato de extrema pobreza, es discriminada y ha sido despojada de sus tierras y hábitat tradicionales.

Desde la institución del Año Internacional de los Pueblos Indígenas en 1993 y de las Décadas Indígenas (1994-2004 y 2004-2014), las Naciones Unidas aprendieron a ver a los aborígenes no como una amenaza a las soberanías nacionales, sino como un semillero de buenas respuestas a los desafíos del nuevo milenio.

Cada año, en mayo, se reúnen en Nueva York unos dos mil líderes indígenas para acordar sus propias estrategias a través de consejos de cada continente y entablan diálogos con interlocutores de la ONU, bancos multilaterales y organizaciones no gubernamentales.

Es una convivencia saludable, aunque desafiante, cuyos resultados posibilitan un abanico de compromisos entre dos culturas —la occidental y la indígena— en busca de mejorar la calidad de la vida.

Pero muchos pueblos indígenas, nativos, aborígenes o con otra denominación identificativa, pese al reconocimiento de la ONU, no siempre obtienen semejante respeto y tratamiento en sus propios países.

Ni siquiera un equilibrio en las relaciones interétnicas, donde aún perduran enfrentamientos entre pueblos hermanos, como el recientemente expresado en la Copa Africana de Fútbol.

Uno de los aspectos más inquietantes que denuncia el informe —la perspectiva de extinción de las lenguas indígenas en los próximos 100 años— se está verificando de manera sutil y casi imperceptible. ¿Cómo reaccionar y presentar alternativas de supervivencia?

Sabemos que esta responsabilidad recae en primer lugar en la mujer indígena que, como madre, es el eslabón entre el pasado y el futuro. Pero si ella es la víctima mayor de discriminación, malos tratos, agresión física y sexual, prostitución y enfermedades sexualmente contagiosas, ¿cómo puede transmitir la identidad, la cultura y el idioma a sus descendientes?

Otra amenaza de extinción cultural proviene de la migración y de la urbanización. Mientras, los indígenas que viven aislados en la selva carecen de un sistema de protección especial y están expuestos a que cualquier contacto externo que les inocule un virus, como el gripal, los extermine por carencia de anticuerpos.

Los síntomas de los cambios climáticos en el mundo se hacen sentir con particular intensidad sobre las comunidades indígenas y sus medios de subsistencia.

En la región amazónica, por ejemplo, aparecen enfermedades hasta ahora desconocidas, llevadas por los vientos de Occidente, como la malaria, la oncocercosis y otras de efectos especialmente devastadores, según los líderes espirituales indígenas, debido a la fragilidad física de los aborígenes y a la ausencia de tratamientos adecuados.

Entre los jóvenes pierden terreno la tradición oral y la fuerza de la cosmovisión indígena, mientras es elevado el número de suicidios, atribuido a la falta de perspectivas y a las dificultades para conjugar dos culturas, lo que genera una compleja contradicción psicológica y espiritual.

La investigación destaca entre los factores causantes de la crisis la falta de respeto a la autodeterminación de estos pueblos, que implica la ausencia de garantías territoriales, en primer lugar por la no demarcación de tierras comunales.

Muchas comunidades viven confinadas y cercadas por la amenaza física de los latifundistas, por la monocultura agrícola basada en semillas genéticamente modificadas o por el fuerte impacto de los programas de desarrollo gubernamentales, mientras piden y esperan protección del Estado.

El Informe Mundial es un instrumento que las organizaciones indígenas deben hacer valer en los ámbitos nacionales e internacionales, ya que expresa sus preocupaciones y sus propuestas para superar su condición de víctimas sociales y héroes de supervivencia. b

La Prensa Domingo

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