Por Raoul Sahde
Quiero referirme al artículo sobre La Chaparra, de Ramón Potosme, publicado en El Nuevo Diario del 23 de enero de 2010, titulado: “Quiero mi Reelección” http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2010/01/24/politica/117783
La ex “comandante” de la Contra aliada a Daniel Ortega habla de pensiones dignas de madres de caídos de ambos bandos, pero no hace mención de los campesinos asesinados por los hermanos Ortega Saavedra, y algunas de esas víctimas son parientes de ella, como en el caso del cementerio clandestino de Santo Domingo, sobre la carretera entre Murra y El Rosario, departamento de Nueva Segovia, que descubrimos el 10 de agosto de 1990.
Resulta que el 10 de abril de 1982 miembros del Batallón sandinista “40-93” al mando del teniente primero Marcos Salgado y teniente Pedro Rugama, ejecutaron sumariamente a 14 evangélicos de las Asambleas de Dios por el simple hecho de no querer prestar el Servicio Militar Patriótico.
Entre las 14 víctimas habían tres niños: Ernesto Salgado Galeano, de 14; Carlos Zamora Paz, de 15, y Abelino Polanco Martínez, de 16 años. Y dos adolescentes: Anastasio Cornejo Martínez, de 17 y Vicente Castellón Hernández, de 18 años. Algunos eran parientes cercanos del ex jefe de la Contra, Israel Galeano Cornejo alias “Comandante Franklin”. Estaba también Uberne Cornejo, de 35 años. Higinio Rivera fue el que les tendió la trampa mortal, invitándolos a todos para que llenaran una solicitud de “préstamo bancario”. Pero claro, a su hermana Élida María Galeano Cornejo, alias “Comandante La Chaparra” no le interesan esos pormenores familiares; a ella le interesa su carrera de diputada pro-sandinista.
Tampoco le interesa saber por qué su hermano, el “Comandante Franklin” fue el único que pereció en el “accidente” automovilístico después de la desmovilización de 1990, ya que su guardaespaldas y chofer (sandinistas) salieron casi ilesos. Lo único que le interesa a “La Chaparra” es reelegirse para seguir beneficiándose de la ayuda que reciben los afectados de la guerra por el lado de la Contra, puesto que ella es presidenta de esa asociación fantoche bautizada con el nombre de su hermano: Asociación Resistencia Nicaragüense Israel Galeano (ARNIG).
Eso no es luchar para mantener su propia identidad y por el bienestar de sus bases. La reivindicación de las madres de caídos, de las viudas, de los huérfanos, también significa que se haga justicia con los más de setenta cementerios clandestinos esparcidos por Jinotega, Nueva Segovia y Matagalpa que los sucesivos gobiernos han dejado en el olvido.
Tal vez de chaparra no tenga nada, pero de ética tampoco y menos todavía de comandante. Ella nunca estuvo al mando de ningún batallón (regional, en términos de la Resistencia Nicaragüense). Los periodistas de hoy son jóvenes y sin experiencia, fáciles presas de las apariencias de un pasado que desconocen y deberían estar mejor informados sobre la realidad histórica de Nicaragua antes de arriesgarse a entrevistar viejos zorros.
La historia de Nicaragua está repleta de atardeceres siniestros olvidados por los sucesivos gobiernos. Yo conocí a mujeres nicaragüenses verdaderas y valientes, quienes nunca anduvieron armadas, ni respaldadas por un ejército, cuyos nombres me reservo por razones de seguridad, pero existen y fueron heroicas en su anonimato y en su lucha contra la dictadura sandinista en los años ochenta. Más heroicas que esa chaparra y la mayoría de los hombres.
El autor es periodista. Estuvo en Nicaragua durante la guerra civil de la Contra. Ginebra, Suiza.
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