Por Emmanuel Parisse
WASHINGTON/AFP
Largas avenidas desiertas donde soplan vientos fríos, comercios y oficinas cerradas, transportes paralizados: la capital de la primera potencia mundial estaba el miércoles cubierta por un volumen de nieve nunca visto.
Con palas y máquinas, los funcionarios de limpieza hacían lo posible para sacar la nieve de los frentes de los edificios de oficinas u hoteles. Todo en vano: la continua nevada -a la que se sumaba el viento frío- recubría al instante cada pedazo de vereda despejado.
Pero para frenar a Rob, de 31 años, se necesita más. El financiero se dirige a su trabajo corriendo por la calzada completamente nevada. “No tengo opción”, dice. “Si miran lo que sucedió el año pasado, las personas que tienen la suerte de tener un trabajo tienen que correr”, agrega el joven que viste una gabardina y un gorro que le tapa hasta la nariz.
Luego de haber corrido 3 km, Rob, que añade que también es jugador de fútbol, llega a su oficina. Es el único en haber hecho el trayecto.
Dos calles más lejos, inmovilizada en un hotel, Ana Rendon, una colombiana que trabaja en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), saca la punta de la nariz a través de la puerta giratoria para tomar una foto.
“Es terrible. Me acabo de enterar que mi vuelo para regresar a Colombia fue anulado. Tendré que pasar la noche aquí”, dice, fascinada frente al espectáculo.
“Llegué a Washington el domingo. Ayer tenía una reunión en el BID, pero fue anulada” a causa del mal tiempo, agrega.
En la recepción casi desierta del inmenso hotel Hilton, en el corazón de la capital, Jon Heezen, de 38 años, espera con paciencia mientras lee el diario.
“Tenía que regresar a Minnesota (norte) el martes de tarde pero mi vuelo fue anulado. Me dijeron (en la compañía aérea) que podríamos tener un vuelo mañana por la mañana, pero si esto continúa así dudo que sea mañana”, explica.
Jon vino a Washington para hacer presión en el Congreso en nombre de una asociación de estudiantes. Los legisladores “nos llamaron para anunciarnos que las reuniones se habían anulado”, se lamenta.
Mientras tanto, Jon observa a un hombre que empuja una máquina que intenta limpiar la calle. “Soy de Minnesota y estamos acostumbrados a grandes nevadas. No es tan terrible. La diferencia es que aquí no están bien equipados”, explica.
A dos pasos, Carlos González, un hombre de negocios que se muestra apurado, camina 100 pasos y habla por teléfono móvil: “Mi avión para Toronto y todos mis compromisos fueron anulados” se queja.
Un poco más lejos, un periodista del diario gratuito Washington Examiner sale a la calle para tomar algunas fotos. Cubierto con un chaquetón, enseguida el fotógrafo se esconde en su oficina.
Generalmente, el barrio de la Casa Blanca es el punto de encuentro de turistas y funcionarios. Sin embargo, ahora se lo ve desierto. El casi inexistente tráfico está inmovilizado y los pocos peatones titubean asaltados por las ráfagas de viento que barren la nieve de un lado a otro.