Con veinte años de retraso en relación con Nicaragua, Costa Rica eligió el domingo pasado a la primera mujer presidenta de la república en toda la historia de ese país. Precisamente el 25 de este mes de febrero se cumple el veinte aniversario del histórico triunfo electoral de doña Violeta Barrios de Chamorro, que la convirtió en la primera mujer presidenta, no sólo en Nicaragua sino en toda Centroamérica.
Ahora doña Laura Chinchilla, de Costa Rica, ha venido a ser la tercera mujer en América Central elegida por el pueblo como presidenta de su país, pues la segunda fue Mireya Moscoso, de Panamá, quien por elección popular ejerció el alto cargo entre el primero de septiembre de 1999 y el primero de septiembre de 2004. Sin duda que esto representa un notable avance de la cultura política centroamericana, en la cual, desde la independencia de 1821 hasta 1990 era inconcebible que una persona del sexo femenino pudiera desempeñar el cargo nacional de mayor responsabilidad, pues siempre se había creído que estaba destinado a los hombres.
Ahora bien, a juzgar por las informaciones provenientes de Costa Rica, la señora Chinchilla posee el necesario equipaje personal, intelectual, profesional y político para ejercer exitosamente la presidencia de su país por los próximos cuatro años. Analistas políticos independientes de Costa Rica han destacado que ya en campaña y aún antes, ella demostró que se puede participar en las primeras filas de la lucha política, de la función pública y de la lucha electoral —en la que afloran no sólo las pasiones más encendidas sino también las más bajas, incluso en un país de arraigada cultura democrática como es Costa Rica—, sin rebajarse al nivel de sus detractores; sin mentir, difamar ni irrespetar a los adversarios, poniendo los principios por encima y dando a la sociedad una lección de dignidad, al mismo tiempo que de firmeza política y personal.
Mencionan los comentaristas ticos, que uno de los ejes principales en la campaña de los adversarios de la señora Chinchilla para desacreditarla y restarle votos, fue el de que por ser candidata oficialista y apadrinada por el presidente Oscar Arias, en el caso de que resultara elegida presidenta sería una marioneta del primer mandatario saliente. Pero Chinchilla no cayó en la provocación, mostró sus credenciales intelectuales, profesionales y de servicio público tanto en el Poder Legislativo como en el Ejecutivo — incluyendo el cargo de primera vicepresidenta de la república— y convenció con su afirmación de que si ella ganaba, ella iba a gobernar.
Ahora, a partir del próximo 8 de mayo doña Laura de Costa Rica tendrá que comenzar a cumplir sus principales compromisos de campaña, entre los cuales puntean, primero el fortalecimiento de la seguridad pública y nacional del país que se ha deteriorado de manera alarmante en los últimos tiempos, ante el avance del narcotráfico y otras formas del crimen organizado; y segundo, convertir a Costa Rica en el primer país del mundo con neutralidad óxido de carbono, que como se sabe es uno de los principales gases de efecto invernadero causante del mayor calentamiento del planeta.
Al valorar las posibilidades reales de que doña Laura Chinchilla cumpla sus compromisos, se debe tener en cuenta que su arrollador triunfo electoral personal no fue igualado por su partido en la obtención de escaños de la Asamblea Legislativa. De manera que con los 23 diputados que obtuvo el oficialista Partido Liberación Nacional, del total de 57 que tiene el Poder Legislativo, Chinchilla tendrá que gobernar con minoría parlamentaria y está obligada a establecer compromisos y hacer concesiones a sus adversarios políticos.
Con respecto a Nicaragua, la señora Chinchilla se ha pronunciado a favor del mejoramiento de las relaciones entre los gobiernos de ambos países. Una buena intención, sin duda, pero tendrá que batallar muy fuerte para superar los lastres que le dejan como herencia, por ejemplo el engorroso caso de las denuncias de abusos de derecho diplomático por parte del embajador de Daniel Ortega en Costa Rica, la delicada reglamentación de la sentencia de La Haya del año pasado para implementar la navegación costarricense sobre el río San Juan, las concesiones para explotaciones mineras a cielo abierto al lado de la frontera con Nicaragua, la problemática de los migrantes nicaragüenses, etc.
Por el bien de las relaciones entre los pueblos de Nicaragua y Costa Rica hacemos votos por el éxito de doña Laura Chinchilla en su propósito de buena vecindad. Y ojalá que pudiera encontrar reciprocidad en la parte gubernamental nicaragüense.
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