El tema que sugiere el título de este artículo, se enmarca en denigrantes fallas a la moral, la ética, el civismo, la educación cultural y de manera especial a los principios cristianos, en que de cierta manera en éstos se enmarcan las leyes constituidas en los códigos que la mayoría de los pueblos civilizados se rigen, siempre que el o los gobernantes que los presiden acaten respetuosos el sistema de gobierno establecido y al cual bajo juramento prometen respetar.
Tales actitudes, a veces escandalosas, se deben quizá a la flaqueza humana de la que somos hechura de Dios nuestro Creador, muy a pesar que en espíritu nos da el privilegio de su semejanza y a la vez el libre albedrío, con el que para alcanzar la vida plena debe ajustarse a principios que Él, por diferentes medios, también a todos sabe cómo dar; y qué, al desviarse del camino del bien, desconociéndole, al faltar el asidero de la fe, se cae en malsanas actitudes.
Todos estamos expuestos a tan dañinas actitudes, que generalmente además del daño que al prójimo u otros se hace, si consciente de ella no se corrige, aunque el daño se ocultase y no trascendiese al escándalo, siempre queda la mancha en la conciencia y, al término de la vida que ineludiblemente un día a todos llega, si arrepentido de veras no se ha buscado el perdón, en su determinada hora tiene que rendir cuentas ante el Supremo Juez, y Él emitirá su juicio.
Pero, mucho mayor es la culpa de quien, por su vital ubicación, ha adquirido alguna responsabilidad profesional, política o eclesial, ya que al mismo tiempo que falta al cumplimiento de su deber, prostituyéndose cae en actitudes escandalosas; y además de dañarse a sí mismo, afecta progresivamente desde su familia, a comunidades enteras, expandiéndose según su grado de responsabilidad por la representación legal adquirida.
Por la conquista de honores, e influencias de poder, u otro determinado motivo, y que no sea el de cumplir a cabalidad el compromiso a adquirir, si antes de hacerlo no se tiene la seguridad de estar al alero de la debida honorabilidad representativa, para evitar irreparables males no se debe ser político, sacerdote, médico, ni maestro, ya que en lo que concierne al elemento humano la responsabilidad es mayor, siendo de prioridad absoluta la ética y la moralidad.
Los que por su flaqueza humana caen dominados por la tentación del malsano ego, desde la falaz altura de su enfermiza representatividad, son los que con el daño que hacen proliferan también las actitudes escandalosas; y aunque gracias a Dios son pocos los judas que actúan de tal forma, con su escándalo progresivo sí, hacen grave daño al organismo, institución o cámara a la que supuestamente de manera legal desafortunadamente representan.
A tales sujetos, ovejas negras o judas de desafortunados países con maleados representantes o quizá de instituciones honorables de índoles distintas, dignas de otras clases representativas, debe solidarizarse la conciencia cívica, moral, ética y cristiana, para darles el repudio que se merecen, socialmente apartarles como apestados; y, si el castigo no les alcanza, un día determinado, aunque Dios es magnánimo, tendrán que comparecer a su juicio.
Que el omnipotente Dios de la misericordia nos libre de tales malandrines; y sobre todo de la tentación de que por ególatra interés caer en la podredumbre de la deshonestidad.
El autor es Miembro de Ciudad de Dios y Redemptor Hominis.
[email protected]
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A