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Rosario Aguilar, una autora que enfoca la violencia a la que muchas mujeres están expuestas. LA PRENSA/U.MOLINA

En la cumbre de la novela

A los 26 años de edad, Rosario Aguilar publicó una novela que sorprendió a todos, Primavera sonámbula (1964). Con esta novela corta, Aguilar iniciaba un largo recorrido en la literatura nicaragüense con ocho novelas y una biografía. En esta novela, el personaje es una mujer recluida en una clínica psiquiátrica.

Por Nydia  Palacios Vivas

A los 26 años de edad, Rosario Aguilar publicó una novela que sorprendió a todos, Primavera sonámbula (1964). Con esta novela corta, Aguilar iniciaba un largo recorrido en la literatura nicaragüense con ocho novelas y una biografía. En esta novela, el personaje es una mujer recluida en una clínica psiquiátrica.

La metáfora de la enfermedad mental es tan sólo una máscara para encubrir las fobias, pesadillas y sufrimientos de una mujer que padece de agorafobia. Por primera vez, una novela carece de personajes, sólo se escucha una voz femenina que nos descubre su mundo atormentado en el expediente clínico del Dr. K. Se inicia así, escrita por una mujer, la corriente sicológica en la narrativa nicaragüense, es una voz monológica que emplea la palabra escrita como instrumento terapéutico, para expresar su sensualidad y el descubrimiento de su cuerpo, territorio íntimo que nadie ha penetrado.

Su segunda novela, Siete barrotes de izquierda a derecha (1965) aborda temas muy actuales: la violencia contra la mujer, el abuso infantil, la prostitución y el incesto. Una muchacha que, desesperada por la explotación de su padrastro, lo mata de un tiro en un lunar de pelota que sobresalía sobre su cuello. Metáfora del machismo y abuso de poder de un desalmado que la prostituía en un burdel. Novela que estremece por la crueldad sin límites que a diario se comete contra las mujeres. La protagonista no pudo soportar tanto ultraje.

En su novela, Aquel mar sin fondo ni playa (1970) que obtuvo el premio a la mejor novela en el concurso de los Juegos Florales de Quetzaltenango, Aguilar demuestra ser una hábil conocedora de la psicología de la mujer. Los monólogos de la madre que sufre el dolor indescriptible de la muerte de su hijo ahorcado por su hijastro, son de una intensidad arrolladora. La técnica narrativa, el ir y venir del presente al pasado o viceversa, el uso de los signos de puntuación, los silencios marcados por los puntos suspensivos y la belleza de la prosa, al igual que en sus novelas anteriores, nos demuestra a una escritora de altos quilates.

En Rosa Sarmiento (1968), reivindica a la madre de Darío, una joven del siglo XIX, víctima de una sociedad provinciana donde lo más importante es el honor familiar. La paternidad irresponsable, casada por conveniencia con un hombre mujeriego, sin estar enamorada, resulta incomprensible para Rosa. ¿Cómo pueden traerse al mundo hijos sin saber por qué ni para qué? Ella no puede resignarse como las demás mujeres de su tiempo que se niegan al amor y cede su hijo genial a Doña Bernarda. Quiero hacer énfasis en que Rosario Aguilar fue la primera mujer de América Central que abordó un tema peligroso en El guerrillero (1976). Aunque la figura central es una maestra rural, ella se involucra por amor, al proteger al combatiente que huye.

La brutalidad de un régimen, el aborto tan común en las clases desfavorecidas y el abuso de la autoridad, reflejan una sociedad enferma. Este mismo tema lo desarrollará diez años más tarde en una forma más amplia (1986) en Siete relatos sobre el amor y la guerra , donde siete mujeres experimentan el dolor del exilio, dar a luz y morir al mismo tiempo (metáfora de una Nicaragua que se desangra), la batalla en León, la experiencia de la alfabetización, la violación y la tortura y el desfile triunfal de los guerrilleros en 1979, constituyen hechos históricos desde la perspectiva de las mujeres militantes.

De nuevo, los monólogos de diferentes protagonistas, a veces tres en una misma página, en espacios distintos, Managua y Miami y la esplendorosa Costa Atlántica, embellecen la prosa de una manera espectacular. En su más exitosa novela, La niña blanca y los pájaros sin pies (1992) los documentos históricos, las relaciones de los cronistas, las cédulas reales, ficticias o verdaderas, los múltiples intertextos, los mitos indígenas, la brutalidad de la conquista, etc., se amalgaman de manera tan armoniosa que no podemos deslindar la historia de la ficción.

Es la primera novela histórica que participa de varios discursos: el reportaje periodístico (quien escribe la novela es una periodista que cubre las elecciones de 1990), las cartas de los funcionarios, lo real maravilloso, las voces de indígenas, mestizas y españolas, entrelazan sus historias de amor, por un hábil manejo del ayer y el presente.

De esta manera, a través de la metaficción, del dialogismo bajtiniano, Aguilar reconstruye el pasado y somete a revisión un pretérito oficializado, diseñando personajes femeninos cuyas voces fueron silenciadas. Imposible dejar de mencionar Soledad, tú eres el enlace , la exitosa biografía de Doña Soledad Oyanguren, la madre de Rosario. Considero que esta obra de Aguilar no ha sido superada todavía. Sabemos que el discurso de Aguilar es la historia de la familia Fiallos Oyanguren, pero también es la historia de Nicaragua y España a principios del siglo XX: las guerras de este país, la guerra civil española, las guerras mundiales, la tiranía de Somoza, etc.Uno de los logros de esta biografía que se lee como una novela, es la manera cómo Rosario logra distanciar a la hija de la narradora.

Las entrevistas con su madre y su posterior inserción en la narración, la alejan del personaje entrevistado desde una perspectiva propia del testimonio. Aguilar toma la oralidad de su madre y la transcribe fielmente: “Yo ya estaba enamorada (de Mariano), ya me gustaba porque era bachiller”, “Mariano era bello por todas partes”. Aguilar trasciende fácilmente la oralidad de la entrevista y logra una perfecta combinación que le permite contar graciosísimas anécdotas, pasando de un estilo a otro, de un género a otro: biografía, testimonio, narración histórica, crónica periodística y hasta el género epistolar, al incluir las conmovedoras y tiernas cartas de amor de su padre a su madre, durante el exilio que sufrió Mariano.

Con una verdadera maestría, nos brinda en sus novelas una prosa pletórica de bellas imágenes, de una musicalidad y ritmo tan armonioso que semejan versos, una prosa poemática como se observa en estos ejemplos: Así ve Aguilar la belleza de ríos y lagunas en Siete relatos sobre el amor y la guerra : “La imagen celeste de aquel lago… todo se reflejaba en el agua de la laguna… que transforma la realidad en algo mágico (56)”, “la luz es de nácar”… “el mágico verde selva”… “el celeste lila de la laguna, el azul intenso, todo para ser pintado por un Renoir o un Gauguin” (80)… Leticia en la Costa Atlántica queda deslumbrada ante tanta belleza: “El río verde con azul, el verde con sombra… el azul o el lila …” (25) “El agua tersa y sedosa con reflejos aperlados, como una acuarela las aguas” (30).

La geografía de Nicaragua, ante los ojos de la protagonista, como ante los ojos de la escritora, se muestra real, vivida, sentid “el sol transformó la luz en todos los matices inimaginables para la belleza del agua”… del verde al amarillo, al azul, al violeta, y al gris (98) y continúa: “Las flores se desprenden como lluvia dorada y mágica… las florecitas, empujadas por el viento, formaban jeroglíficos que eran como mensajes de amor y así se deslizaban dulcemente en franjas, en danzas… como bailarinas diminutas de oro bailando sobre el escenario de agua” (879).

“Cómo pintar los colores: dorado de flor, verde prado de hoja, azul de fondo de cielo, café transparente del agua” (99)… “mil tonos de verde, derroche de luz y clorofila. El agua era divina y los colores del cielo dorados, reflejándose en aquella quieta, mansa” (100).

En suma, por su excelencia como novelista, Rosario Aguilar ha sido traducida al alemán, inglés y francés y ha recibido la más alta distinción de la Academia Nicaragüense de la Lengua al ser la primera mujer miembro de número y la única en el siglo XX. Además, recibió el Doctorado Honoris Causa de parte de la U.N.A.N. (León) y su última novela, La promesante , recibió el primer premio Gabriela Mistral a la mejor novela hispanoamericana, en París en 2002 cuarenta años de creación literaria. Sirvan estas páginas escritas con todo respeto y admiración y con el aplauso de siempre para celebrar su constancia y éxito en el arte de narrar.

La Prensa Literaria

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