Muchas cejas se elevaron cuando los Yanquis aumentaron el salario anual de Babe Ruth a 80 mil dólares tras la campaña de 1929. Eso lo situó, incluso, por encima de los 75 mil que devengaba el entonces presidente de EE.UU. Herbert Hoover.
¿Tú sabes que ganas más que el Presidente?, consultaron reporteros a Ruth. “Lo sé, pero tuve mejor año que Hoover”, dijo Ruth. Y así fue. Mientras Ruth resumía .345 de promedio con 46 jonrones y 154 remolques en la campaña de 1929, Hoover batallaba con la Gran Depresión.
Desde entonces, los salarios han ido en aumento constante. Ted Williams fue el primer jugador de 100 mil dólares anuales en 1949. Hank Aaron elevó la barra a 200 mil en 1972, y ya para 1975, Jim “Catfish” Hunter devengaba 740 mil dólares por campaña.
El ritmo se volvió vertiginoso a partir de 1979, cuando Nolan Ryan se convirtió en el primer jugador de un millón de dólares. Ya para 1997, el incremento era exponencial. Ese año, Albert Belle subió el récord a 10 millones por año y la aceleración ha seguido.
Aun así, el asombro fue inevitable cuando Kevin Brown alcanzó el primer contrato de 100 millones de dólares (105 por cinco años) en cualquier deporte profesional en 1999. Y bueno, luego Alex Rodríguez subió la parada a 252 millones con Texas en el 2001.
A partir de ese momento, los contratos de nueve dígitos se han vuelto comunes. Manny Ramírez, Mike Hampton, Derek Jeter, Ken Griffey Jr., Albert Pujols, Alfonso Soriano, Jason Giambi, Vernon Wells, Carlos Lee y otros, hasta Ryan Howard, firmado por cinco años y 125 millones de dólares por los Filis.
¿Es una buena idea? Es un enorme riesgo, porque por cada Albert Pujols, que desquita lo que gana, hay también un Kevin Brown que resulta un fiasco. Por cada Alex Rodríguez, que batea y genera utilidades del tamaño de su contrato, hay también un Mike Hampton que registra 36-38 en ocho años a pesar de ganar 121 millones.
Sin embargo, qué se puede argumentar contra pactos como los de Pujols con San Luis o Derek Jeter con los Yanquis, quienes, además de rendir en el campo, son jugadores ejemplares y sus equipos no han hecho otra cosa, sino asegurar su permanencia que les garantiza enorme réditos.
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