Un tribunal guatemalteco sentenció ayer a cadena perpetua a uno de dos acusados por la matanza de 15 nicaragüenses y un holandés, asesinados el 8 de noviembre del 2008 en ese país. La sentencia, por tres delitos, suma 820 años de prisión.
De esta manera, el Tribunal de Alto Riesgo de Guatemala sentenció al detenido Juan Carlos Policarpio Chinchilla a 50 años de cárcel por cada una de las muertes, tal y como lo había solicitado la Fiscalía de ese país.
Los jueces sumaron a la condena 12 años por conspiración y ocho por asociaciones ilícitas, publicó ayer el diario guatemalteco Prensa Libre.
El tribunal también condenó a tres años conmutables a Rony Terraza, implicado en el caso, por el delito de encubrimiento. Ese tipo de penas se pueden pagar para que el sentenciado no vaya a prisión.
Por la matanza aún hay nueve prófugos, entre quienes destacan Marvin Montiel, alias “El Taquero”, señalado de ser el cabecilla; así como Byron Eduardo Abalony y Héctor Estuardo González, entre otros.
“Felicitamos a las autoridades guatemaltecas por ese fallo, porque estamos hablando del crimen organizado en Guatemala, (que) ni siquiera podemos compararlo con el de Nicaragua; en Nicaragua está en pañales y no hemos podido nosotros tener esa contundencia”, reaccionó el fiscal Luden Montenegro.
El fiscal nicaragüense, que de alguna manera colaboró con las investigaciones que los guatemaltecos pidieron a la Fiscalía realizar en Nicaragua, consideró que el fallo además sienta un precedente internacional, por tratarse de un caso contra el crimen organizado, así como la delincuencia misma de Guatemala.
PRETENDÍAN TUMBAR DROGAS, QUE NO ENCONTRARON
La sentencia del tribunal estableció que existían suficientes evidencias en contra de Policarpio, para vincularlo en la matanza de los pasajeros del autobús placas M-0739, perpetrada ese fatídico 8 de noviembre de 2008, en un camino vecinal de Huité, Zacapa.
Las pesquisas determinaron que el acusado pertenecía a un grupo de narcotraficantes, que pensaron que en el autobús trasladaban cocaína y por eso acordaron secuestrarlo.
Luego de revisar el automotor, los narcos ejecutaron a cada pasajero, incluido un holandés, y posteriormente llevaron el autobús a un espacio desolado donde le prendieron fuego.
El testimonio de Sandro Vanegas, presentado la semana pasada, aparentemente fue determinante para el fallo. A través del mismo, las autoridades guatemaltecas conocieron que ese fatídico día “El Taquero” había recibido la solicitud de ayuda de un traficante nicaragüense, conocido únicamente como Manuel, para que le diera seguridad al autobús que llegaba a Guatemala. Pero “El Taquero” pensó que trasladaban droga, y decidió el secuestro del vehículo.
Sin embargo, en el bus viajaba una mujer que trabajaba para el nicaragüense y además conocía a Montiel. Supuestamente ése fue el motivo por el que decidió la matanza, de acuerdo al testimonio que fue presentado en grabación durante el juicio.
Montenegro había señalado la semana pasada que en Nicaragua no se confirmó que las víctimas tuvieran algún vínculo con el narcotráfico.
En el transcurso de las investigaciones se conoció, el año pasado, que el autobús fue perseguido por una camioneta en la que viajaban varias personas. Éstas obligaron al chofer, Carlos Miguel Castillo Paiz, a desviarse del camino hacia Teculután, Zacapa.
Momentos después, cada uno de los pasajeros fue obligado a bajar del bus y fue registrado. Los criminales hicieron varias perforaciones al bus, en busca de un cargamento de drogas, y al no encontrarlo, optaron por asesinarlos y luego quemarlos a bordo del automotor.
Según publicación de El Periódico, efectuada el pasado 3 de junio, la forma en que fueron asesinadas y después calcinadas las víctimas fue con saña. El ahora sentenciado fungía como guardaespaldas de “El Taquero”. Mientras, a Terraza se le señala de haber puesto una capa de cemento en el patio de la casa de la suegra de éste, para esconder restos de cabello y sangre de algunas de las víctimas que fueron asesinadas en ese lugar.
PRIMERO FUERON BALEADAS
Los peritos del área de antropología forense del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) explicaron que todas las víctimas murieron a causa de heridas de arma de fuego. Los disparos fueron propinados en la cabeza o en la nuca. A otros, en las costillas. Todos habían muerto cuando fueron rociados con gasolina y quemados. El análisis realizado por el experto en incendios, Luis Arturo Assardo, demostró que las víctimas estaban estáticas —sin movimiento— cuando inició el fuego.
La Fiscalía presume que los asesinos los volvieron a sentar a cada uno en sus asientos, antes de pegar fuego al bus.
“Se puede deducir que el fuego no buscaba acabar con el bus, sino con las personas”, declaró Assardo ante el tribunal. Sus conclusiones fueron que las llamas se iniciaron a mitad del bus y utilizaron un “acelerador”, en este caso gasolina.
“Un incendio normal, sin acelerantes, en este tipo de estructuras, avanza un metro por hora y acá fue muy rápido. Consumió 9 metros de los 11 que mide el bus y deformó el metal”, añadió el experto.
A criterio de Montenegro, esto es lo que pudo haber atemorizado a los familiares de las víctimas, que en su mayoría prefirieron no viajar a ese país; sólo dos de ellos se trasladaron a Guatemala a seguir de cerca el juicio que se siguió contra el detenido, desde el pasado dos de junio. Varios de los afectados brindaron su testimonio por anticipado en juzgados de Managua, León y Chinandega.
Miguel Ángel Rivera, padre de José Miguel y Dulce María Rivera Alonso, de 24 y 28 años, respectivamente, fue uno de los que declaró en Chinandega.
En distintas ocasiones autoridades guatemaltecas e incluso integrantes de la comisión investigadora viajaron a Nicaragua para entrevistarse con los familiares de las víctimas.
Entre quienes llegaron al país estaban la fiscal auxiliar Karen Guzmán y el perito Carlos Morán, quienes trajeron aretes, juegos de llaves metálicas, anillos, un par de lentes calcinados, entre otros objetos que pertenecían a las víctimas.
En esa ocasión las autoridades expresaron a los familiares que los objetos fueron encontrados en un terreno ubicado en la aldea Río Chiquito, distante a 20 kilómetros al norte de donde ocurrió la matanza, propiedad de la madre de Marvin Montiel Marín, alias “El Taquero”.
Además de Castillo Paiz, y de los hermanos Rivera Martínez, también fueron asesinados José Abraham Paiz Vanegas, encargado de la excursión, así como la dueña del bus, Martha Reyneris Castro Rivera.
El resto de las víctimas fueron: Lorena Teresa Aguilar Aráuz, Escman Alberto Vega Aguilar. Así como Jesús Ezequiel Domínguez, Ramón Aquiles Martínez Marín, Antonio Hernández Rivas, Griselda Zapata, Manuel Antonio Ortega, Brenda Lorena Hernández Blandón, Lidia Sandoval y Tomasa de los Ángeles Rodríguez.
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