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Revolución Sandinista, 19 de Julio, Sadinistas, revolución sandinista

Edén Pastora junto a Tomás Borge y Bayardo Arce en el desfile que hicieron el 20 de julio de 1979.

Recuerdos del 19 de julio de 1979

La revolución que se dio en Nicaragua hace 31 años, dejó una mezcla de emociones y recuerdos en cada uno de los nicaragüenses que de alguna manera participaron en la gesta. La derrota de la dinastía somocista dejó para algunos un sabor agridulce, a otros que dirigían la guerra, satisfacción. Para las madres simplemente la alegría de ver a sus hijos regresar de la montaña vivos, o la tristeza de no volver a verlos.

La revolución que se dio en Nicaragua hace 31 años, dejó una mezcla de emociones y recuerdos en cada uno de los nicaragüenses que de alguna manera participaron en la gesta. La derrota de la dinastía somocista dejó para algunos un sabor agridulce, a otros que dirigían la guerra, satisfacción. Para las madres simplemente la alegría de ver a sus hijos regresar de la montaña vivos, o la tristeza de no volver a verlos. Unos sentían la esperanza de ver un porvenir mejor en el país, otros la preocupación de una Nicaragua incierta.

Para Edén Pastora, el Comandante “Cero”, uno de los que lideró la guerrilla sandinista contra la dictadura somocista, el triunfo de la Revolución Popular Sandinista significó alegría y la culminación de una larga lucha armada. Pastora dirigía una “guerra convencional de posición y movimiento” desde el Frente Sur, exactamente en Sapoá, Rivas.

Wilfredo Navarro, diputado liberal, se encontraba entre su casa en Monseñor Lezcano, barrio frecuentemente asediado por la guerrilla sandinista y Altamira, una zona despejada. La revolución significó el incremento de la preocupación y frustración de lo que iba a pasar en el país. Desde entonces afirma ser un opositor ferviente contra el sandinismo.

José Pallais, presidente de la Comisión de Justicia, diputado liberal ante la Asamblea Nacional, afirma que entre 1978 y 1979 recibió infinidades de denuncias sobre violaciones a los derechos humanos, tanto de la Guardia Nacional como de la guerrilla sandinista. En León, su ciudad natal, era el Director Ejecutivo de la Comisión Permanente de los Derechos Humanos. La revolución para él significó la desesperanza de un porvenir y decepción de los sucesores de la dinastía somocista.

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Carlos Mejía Godoy para el triunfo de la revolución tenía dos años de estar exiliado en España con el grupo Palacagüina. Estaba cumpliendo con una gira musical extensa en varios países europeos. Desde 1978 que el Frente Sandinista lo llama y le asegura que el triunfo se avecina, cancela alrededor de 32 conciertos, perdiendo en total 170 mil dólares de la época. “Fue un suicidio artístico, pero una resurrección revolucionaria y moral”, afirma. Para él la revolución le provocó un desborde de sentimientos patrióticos.

Exiliado pero activo en los puestos de mando desde Costa Rica, se encontraba Jacinto Suárez, diputado sandinista y presidente del Parlamento Centroamericano. Para Suárez la revolución significó la satisfacción por la culminación de la dictadura somocista, pero también la culminación del agotamiento, hambre y estrés que sintió.

Para el 15 de julio de 1979, Edén Pastora recuerda que estaban en combate fiero contra la Guardia Nacional a distancias de 15 y 30 metros. Era comandante del Frente Sur Benjamín Zeledón. Habían logrado interferir las comunicaciones de la Guardia. A través de la radio es que se dan cuenta que el retiro definitivo de Anastasio Somoza se avecinaba.

Los días transcurrían entre combate y combate. Muchas noches pasaba sin dormir, comían poco y mal. El festín lo hacían cuando lograban cazar algún animal, pero les correspondía un trozo pequeño porque en la tropa eran muchos, afirma Pastora.

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“Escuchábamos las conversaciones de Somoza con la Guardia. Por eso nos dimos cuenta que se retiraba en esos días. Nosotros en el frente sur nos preparábamos para avanzar hacia Managua porque pensábamos que el gran enfrentamiento se daría ahí”, cuenta.

El 17 de julio de 1979, Anastasio Somoza ya había renunciado a la Presidencia y había dejado como presidente interino a Francisco Urcuyo Maliaños. Ese día por la mañana, Somoza toma un avión rumbo a Estados Unidos. Urcuyo renuncia a la Presidencia el 18 de julio, por lo que las tropas sandinistas empiezan a saborear la victoria. La Guardia Nacional huía y se desplegaba.

El 19 de julio la tropa Benjamín Zeledón sale de Sapoá con destino a Managua. Pastora relata que fue un trayecto lento porque en el camino tuvieron que pelear contra guardias que aún no se habían retirado. Venían en tráileres, camiones y buses que iban encontrando en el camino. Con Pastora venían alrededor de 3,000 hombres en total, los que estaban con él en el Frente Sur y los de otros puestos de mando que se unieron a la caravana.

Credito: Edén Pastora lee un periódico de la época. La foto de abajo fue tomada en la toma del Palacio en 1978 antes de subirse al avión que lo sacaría del país. Foto reciente del “Comandante Cero” en su casa de habitación donde tiene un colección de armas, como ésta AR15.

En la tarde del 19 de julio llegaron a Rivas. Pastora se contactó con los puestos de mando para buscar alimento y para organizar su venida a Managua. Descansaron un momento y salieron rumbo a Granada. Durmieron pocas horas y aún siendo de madrugada salieron hacia Managua. El trayecto, dice Pastora, era igual, lento pero con menos combates.

Pastora cuenta que “al llegar a Managua en la madrugada del 20 de julio, la tropa del Frente Sur se queda en Las Colinas. Yo avanzo hacia el Búnker para buscar a la dirección general. Me avisan que vienen entrando por Las Piedrecitas, ellos venían desde León. Y así participo en el desfile junto a Víctor Tirado, Daniel y Humberto Ortega, los cuatro jefes del tercerismo”.

El desfile que avanza poco a poco por las calles de Managua, según lo que cuenta Pastora, estaba lleno de jóvenes, madres y niños eufóricos. Por eso, él afirma que la revolución significa la alegría de las madres, la de las personas buscando a sus seres queridos y la sonrisa de los niños contagiados por la embriaguez de felicidad que sentían los demás.

“El clima nos favoreció, a pesar que julio es época de invierno, ese día no llovió en Managua. Ese día aún no podía celebrar la victoria del triunfo porque tenía que atender a los 3,000 hombres que traía hambrientos. No teníamos provisiones. Managua estaba sin comida. Buscábamos agua en cualquier llave que encontramos. Estábamos agotados y con sueño, pero a la vez disfrutábamos ese momento inolvidable”, expresa Pastora. Aguantaron hambre hasta que Omar Torrijos, presidente ese entonces de Panamá, les envió comida. Se la comieron fría pero la disfrutaron.

  Carlos Mejía Godoy, cantautor nicaragüense.

Hasta el 20 de julio por la noche, es que se puede reunir con su esposa y sus hijos que vivían en Costa Rica. “Ellos se vinieron en bus hacia Managua, tenía mucho tiempo que no los veía, eso también me llenó de felicidad”, cuenta.

Pastora, tildado por algunos como el ángel de la guerra, afirma ser la persona que más conoce la guerra que ocurrió en 1979. Sentado en el escritorio, en la oficina que tiene instalada en su casa, rodeado de fotos en blanco y negro, donde sale él en distintos momentos de la época. Una de las fotos más conocidas es la del asalto al Palacio a punto de subirse a un avión. “La guerra es destrucción, muerte, odio. La hacemos jóvenes que no la conocemos y que no nos odiamos, mandados por viejos que sí se conocen y que sí se odian, pero que no se matan”, agrega.

En un puesto de mando en Costa Rica estaba Jacinto Suárez. Al igual que Edén Pastora, ya sabía de la renuncia de Somoza a través de las conversaciones que escuchaban a través de las radios que habían interferido.

El 19 de julio, Suárez estaba cansado, desvelado y estresado de tanto agotamiento. Cuenta que casi no dormían. Sintió una satisfacción inmensa cuando le confirmaron que podían regresar a Nicaragua.

Entró por Peñas Blancas el 21 de julio de 1979. Era el responsable de traer hasta Managua a los heridos del Frente Sur y los que traían desde Costa Rica. Venían en caravanas de la Cruz Roja.

 Wilfredo Navarro, diputado liberal.

“Teníamos una logística enorme. Un armamento completo por si nos salía la Guardia. Traíamos alrededor de 100 heridos, algunos los sacábamos de las casas de campaña. Luego entraron muchas más caravanas de heridos de todas partes del país”, cuenta.

Suárez afirma que no tuvo tiempo de celebrar el triunfo porque tenía que planear junto a miembros de la Dirección Nacional, entre ellos Bayardo Arce, Carlos Núñez y Luis Carrión. Al igual que para Pastora, para Suárez, el reencuentro con su familia que permaneció en Nicaragua, fue uno de los momentos más memorables.

El diputado liberal Wilfredo Navarro vivía en el barrio Monseñor Lezcano en 1979. Era una zona de mucho combate. El diputado estaba recién casado y a punto de tener a su primer hijo. Abogado de profesión había detenido sus labores debido a los constantes enfrentamientos.

“Estuve una semana antes del triunfo en Altamira, pero nos avisaron que la Guardia Nacional había recuperado el barrio Monseñor Lezcano, los días más fuertes que fueron el 17, 18 y 19 me agarró en mi barrio”, cuenta Navarro.

Esos días para el diputado liberal fueron de mucha tensión. Dice que cuando regresó a Monseñor Lezcano el 17 de julio, la Guardia Nacional entró a su casa acusándolo de ser sandinista. “Me acostaron en el piso, me pusieron un fusil M16 en la cabeza. Creían que me iba a ir del país porque me encontraron con mi pasaporte”, dice. Logró escapar de la situación gracias a los vecinos que llegaron a convencer a los del Ejército que él era liberal y que no tenía participación alguna con el sandinismo.

 Jacinto Suárez, Presidente del Parlacen.

Uno de los recuerdos más feos que aún mantiene vivo en su memoria, es que ese día que la Guardia Nacional cateó su casa, descubrió a un infiltrado sandinista entre la gente que llegó a defenderlo. “Lo agarraron, lo tiraron al patio de mi casa y ahí le dispararon en la cabeza”, cuenta.

Otro suceso que lamenta Navarro es no haber guardado restos del monumento que le habían hecho a Somoza sentado en un caballo. “Los restos del caballo quedaron en la calle, debí haberlos guardado porque hubieran servido para la posteridad. Recuerdo que la gente gritaba, cantaba música revolucionaria, había una algarabía tremenda el 19 de julio”, explica.

Navarro nunca participó en la lucha armada. Afirma que el sentimiento que permanecía en su familia era de tristeza porque la guerrilla sandinista había matado a su hermano en un combate. Sentía además, frustración, incertidumbre, desconocimiento de lo que sucedería en el país los próximos años.

El 19 de julio para Wilfredo Navarro, significa una victoria confiscada para el pueblo, pues argumenta que los que triunfaron en la revolución fue el pueblo entero que arriesgó su vida y no sólo el Frente Sandinista. “Daniel Ortega y un grupito confiscaron la celebración, la usan por conveniencia personal, así como usan a los muertos en combate, y ahora usan los recursos que debieran ser para el pueblo de Nicaragua”.

Para Navarro y su esposa, que tenía a su primer hijo recién nacido, 1979 significó un año de incertidumbre y carencias. Desde entonces afirma ser un opositor férreo del Frente Sandinista hasta que se muera.

El diputado liberal, José Pallais, recibía a diario denuncias de violación a los derechos humanos de parte de la Guardia Nacional y de los sandinistas. Durante la insurrección de León, su ciudad natal, fungía como Director Ejecutivo de la Comisión Permanente de los Derechos Humanos, trabajo que no abandonó a pesar de que León estaba en permanente combate.

“El 19 de julio en León, no tuvo trascendencia porque la insurrección se había dado días antes. El triunfo de la revolución se vivió y se celebró días antes del 19. El Frente Sandinista y la población se habían tomado la ciudad desde junio”, dice Pallais.

El 19 de julio de 1979, para José Pallais y su esposa que estaba a punto de dar a luz, fue un día normal. La tranquilidad en la ciudad se hacía sentir luego de haber pasado meses intensos en combate. Ese día aún no sabían en cuál hospital nacería su hijo.

Guerrilleros sandinistas durante la insurrección en Managua en 1979.

Pallais afirma que la revolución para él le dejó un sabor agridulce. Por un lado celebraba la derrota de Somoza, pero por el otro sentía frustración por los sucesores, los sandinistas. En la insurrección de León fue el momento donde aguantaron hambre. Afirma que fueron días muy difíciles porque no había agua, luz ni comida. “Gracias a Dios en esos días estaba lloviendo y pudimos agarrar un suministro de agua”, cuenta.

“El Frente Sandinista, incluso antes del triunfo, ya habían dejado un mal sabor en la población. Con las torturas, capturas, asesinatos que cometieron dejaban notar la actitud y disposición de limitar los derechos de los ciudadanos”, afirma.

Pallais y su familia tenían incertidumbre por el futuro de Nicaragua. Era incierto. Afirma que en León no hubo una explosión de alegría como la que se vivió en Managua el 20 de julio. La algarabía la hicieron días antes que había llegado la Junta de Gobierno que venían de Costa Rica. “La población estaba empezando a vivir una instauración de un modelo totalitario que no era por lo que se estaba luchando en el país y no cumplía con las ansias de la población”.

Lamenta que ninguna de las denuncias que recibió y que presentó a la nueva Junta de Gobierno se haya realizado al menos una investigación. Pallais afirma que justificaron los asesinatos y torturas alegando que se debieron a la ira popular.

 Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina en una de sus presentaciones después del triunfo de la revolución.

Con el triunfo de la revolución, Pallais afirma que la frustración incrementó. “Cometieron muchos errores, al inicio el Frente Sandinista intentaba justificar esos errores diciendo que era parte del desborde popular, que era una expresión no controlada de la población, pero en realidad es que obedecían a un modelo falso y totalitario”

Para Carlos Mejía Godoy, la revolución significó el regreso a su Patria luego de estar exiliado en España por dos años. A pesar que estaba en el momento cumbre de su carrera musical junto a Los de Palacagüina, renunció y decidió regresar a Nicaragua.

Estando en España, viviendo de hotel en hotel, de cinco estrellas, recibía comunicaciones constantes de parte del partido Frente Sandinista. Mejía consideró que era responsabilidad artística y cultural regresar a Nicaragua.

“Desde que me dicen que el triunfo se avecina, eso fue en 1978, yo suspendí contratos artísticos, aproximadamente 32 conciertos. Perdí alrededor de 170 mil dólares de la época. Cosa de la que no me arrepiento”, cuenta Mejía.

Mejía Godoy dice que sólo una persona que sintió y vivió por los ideales revolucionarios como él, puede entender su decisión. Afirma que fue un suicidio artístico, pero una resurrección revolucionaria y moral.

Regresó a Nicaragua en octubre de 1979. El ambiente era tranquilo, no habían enfrentamientos armados sólo una ilusión. “Una explosión de ganas de cambiar el país. Fue algo impresionante, fue una fiesta”, cuenta además que al bajar del avión, no lloró, sino hasta que pasó por una calle desbaratada que se llamaba Flor de Pino.

Antes, durante y después de la revolución, Carlos Mejía se dedicó a hacer canciones de denuncia sobre los atropellos que cometía la Guardia Nacional y canciones de amor hacia la revolución. Hizo junto a su hermano Luis Enrique Mejía una gira latinoamericana para que se solidarizaran con Nicaragua.

 Guerrilleros sandinistas caputraron a soldados de la Guardia Nacional, durante la insurrección en 1979.

“Estaba profundamente enamorado de la revolución. Intentaba ser consecuente con el mensaje en mis canciones”, dice el cantautor.

La etapa más linda de la revolución, para Carlos Mejía, fue la alfabetización de la cual no fue partícipe pero compuso el Himno de la Alfabetización. Lo que más lamenta es el olvido de los ideales de los gobernantes sandinistas y la derrota electoral en 1990. “Fue un castigo de la gente por no haber cumplido con las metas revolucionarias, lo que se vino después fue una contrarrevolución moral”.

Llegada de los guerrilleros sandinistas el 20 de julio de 1979 a la Plaza donde está ubicada la antigua Catedral , en el triunfo de la Revolución.

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COMENTARIOS

  1. Luis Enrique Delgado
    Hace 9 años

    Que linda hubiera sido una verdadera revolución sin muertes, sin odio , sin mentiras y cuantos hoy creo que estaríamos apoyando una lucha del pueblo, ahora la mezquindad, lujuria enfermiza filosofía adversa a los mejores sentimientos revolucionarios están día a día socavando el verdadero perfil de los sandinistas con historias de ninos y la clase política sujeta a las migajas que les dan los senores en el poder, la historia se repetirá no hay mal que dure cien anos ni cuerpo que lo resista.

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