El influyente periódico de Estados Unidos, Washington Post, denunció editorialmente en su edición del miércoles de la semana pasada, la hipocresía de los países latinoamericanos que condenaron rápidamente el derrocamiento del ex presidente de Honduras, Manuel Zelaya, pero son indiferentes ante las violaciones de la Constitución que perpetra Daniel Ortega en Nicaragua,
La denuncia del Washington Post es la misma que, en Nicaragua, los medios de comunicación independientes, la sociedad civil, los partidos de oposición y los juristas democráticos, han denunciado y calificado como un golpe de Estado de hecho. Y lo mismo debemos decir del enérgico señalamiento que ha hecho también el Washington Post, de que “cuando el presidente Daniel Ortega, quien al igual que Zelaya es un populista de izquierda, ha usado decretos tajantemente ilegales, manipulaciones del sistema judicial y turbas violentas para allanar el camino a su reelección, José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, ha guardado silencio”.
Pero más que guardar silencio, el socialista chileno José Miguel Insulza ha sido cómplice por inacción u omisión, si no es que también por identificación ideológica— de los caudillos populistas de izquierda como Daniel Ortega y Hugo Chávez, los cuales utilizaron los mecanismos de la democracia para tomar el poder, y después socavarla desde arriba y desvirtuarla con graves violaciones del orden constitucional, subordinando los demás poderes e instituciones del Estado a un Poder Ejecutivo centralista y autoritario, manipulando la ley, perpetrando fraudes electorales y agrediendo mediante turbas a las manifestaciones de la oposición.
Le reclama el Washington Post a Insulza porque no tuvo nada que decir cuando la misma semana de los hechos en Ecuador (o sea el motín policial que más bien pareció una provocación gubernamental), una autoproclamada Corte Suprema de Nicaragua, integrada totalmente por sandinistas, ordenó a la autoridad electoral aceptar a Ortega como candidato”.
Es importante advertir que el Washington Post, el diario más antiguo, importante y de mayor influencia de los que se publican en la capital de Estados Unidos, el cual es una de las fuentes principales de información y opinión de los gobernantes y legisladores estadounidenses, no es un periódico de derecha y mucho menos de ultra derecha, como suelen acusar los populistas de izquierda como Daniel Ortega y su mentor Hugo Chávez a quienes los critican.
Por el contrario, el Washington Post es un periódico de clara tendencia liberal, como se califica en Estados Unidos a la izquierda democrática. Y no es por razones ideológicas que este diario critica al régimen de Daniel Ortega, sino por sus groseras violaciones a la constitucionalidad, por sus atropellos a las instituciones democráticas, por su afán de reelegirse a toda costa a pesar de que se lo prohíbe la Constitución, y por su empecinamiento en imponer una nueva dictadura en Nicaragua, ahora bajo el ropaje del Alba y del llamado “socialismo del siglo XXI”, que es el mismo comunismo del siglo XX con otro nombre.
Pero es necesario aclarar al Washington Post, que los magistrados que han reformado de hecho la Constitución y ordenaron la inscripción de Daniel Ortega como candidato a otra reelección presidencial, más que sandinistas son orteguistas. En la oposición nicaragüense participa un sector muy importante de sandinistas, incluso héroes de la Revolución, quienes levantan las banderas de la libertad y la democracia y rechazan combativamente los atropellos del régimen orteguista.
Los sandinistas que se consideran auténticos y se oponen a los abusos de Daniel Ortega y su régimen, están agrupados en el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) y el Movimiento por el Rescate del Sandinismo. Ellos han demostrado que Ortega y sus seguidores no representan al sandinismo histórico y genuino, y que más bien han involucionado hasta parecerse al viejo somocismo derrocado en 1979, cuyos vicios, mañas, procedimientos y propósitos han sido resucitados y están siendo superados por el orteguismo.
En realidad, tienen razón quienes dicen que la contradicción política fundamental en Nicaragua, actualmente, no es entre sandinistas y antisandinistas, ni entre izquierda y derecha. La alternativa es dictadura o democracia. La lucha es entre los orteguistas y sus cómplices que defienden un régimen caudillista, arbitrario, antidemocrático y neosomocista, y todos los demás nicaragüenses que quieren vivir en libertad y democracia. Es decir, los ciudadanos independientes que son la mayoría, y los liberales, conservadores, socialcristianos, socialdemócratas, socialistas sandinistas no orteguistas, etc. Es nada más, pero también nada menos, que una lucha entre la opresión y la libertad.
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