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¡Alea Jacta Est!

Por Mario Alfaro Alvarado.- Convincente, es el mejor calificativo que encuentro para referirme a la entrevista brindada por Fabio Gadea Mantilla y publicada en el último número de Domingo , edición No. 172 del 3 de octubre del año en curso.

Y es convincente su entrevista porque no es lo que piensa un político (los políticos piensan en una cosa, dicen otra y terminan haciendo lo contrario de lo pensado y lo dicho). Es convincente porque es el pensamiento, el idealismo de un patriota, de un ciudadano que toda su vida ha sido honesto y decidido en la lucha por la libertad y la democracia de Nicaragua.

Conozco a Fabio desde que nació Radio Corporación. Todo lo que dice de sí mismo es cierto. Es su manera de ser, su forma de interactuar como amigo personal y como compañero de lucha en las largas y difíciles jornadas que todavía no terminan, para que Nicaragua algún día sea una República democrática y libre.

Uno de los méritos personales de Fabio es que aun siendo liberal —pues no todos los liberales son arnoldistas— sabe que la lucha inmediata es enfrentar al “pacto” y desoye a los que lo aconsejan y presionan para que se entienda con Arnoldo Alemán, como si este caudillo fracasado fuera un talismán de buena suerte. Es todo lo contrario, es un amuleto maléfico que restableció la dictadura en Nicaragua. Para lo cual reformó la Constitución, redujo el porcentaje de votos para ganar las elecciones y dividió a su propio partido. Ésta es su gran obra política.

La simbiosis soborno-venalidad en manos expertas pueden producir la doble imagen política de aparentar oposición a la nueva dictadura y, al mismo tiempo, colaborar con ella. Éste ha sido el juego político de Alemán, en su pacto con Ortega y con el apoyo de sus seguidores obsecuentes, con quienes ha montado una farándula de imágenes diversas que confunden, engañan, crean ilusiones en unos y en otros desconciertos.

Cuando Alemán inventó los megasalarios fue, como dijo, para que trabajen mejor los escogidos; pero siguiendo el ideario político tradicional fue para que no trabajaran por mejor vida para la población, el mejoramiento de las instituciones, la depuración de la justicia, engangrenada por la corrupción, sino para que trabajaran por el pacto del reeleccionismo Alemán-Ortega.

El pueblo se ha hartado de mentiras, de simulaciones, de promesas falsas y engaños. Ahíto de decepción, los nicaragüenses han encontrado en Fabio Gadea Mantilla el candidato que han esperado largo tiempo: un candidato popular sin sujeción a ningún partido, sin pactos con ningún político, sin compromisos partidarios, con una sola visión: rescatar a Nicaragua del estado de aniquilamiento al que los políticos y sus partidarios incondicionales la han llevado hasta la extenuación.

Nicaragua es un país sin Constitución. Ya de por sí deficiente y nunca respetada. Carente de legalidad y de legitimidad, no garantiza las instituciones del Estado ni los derechos de los ciudadanos.

Fabio es el candidato nacional, proclamado por la mayoría de los que no creen en políticos ni en partidos; pero creen en la redención histórica de los pueblos, a pesar de vivir anulados y avasallados por dictaduras y depredadores de los bienes públicos; bienes que pertenecen al pueblo porque han sido generados con el trabajo cotidiano bajo los soles del verano y las lluvias del invierno.

La candidatura inspirada y casi espontánea de Fabio Gadea es una reacción instintiva, contagiosa y solidaria de la población frente al pacto Alemán-Ortega; pacto que no ha dejado de funcionar y, como un camaleón asume diferentes aspectos para confundir, dividir, impedir la unidad de la legítima oposición, la del pueblo llano, libre de cabecillas corruptos.

Alemán ha hecho muy bien su parte en el pacto con Ortega. Después de dos dictaduras eliminadas por el sacrificio y la sangre de millares de patriotas, el pacto engendró la tercera dictadura. Pero hasta en Nicaragua las cosas cambian y, según los filósofos, cambia para mejorar. Éste será el último pacto político para aherrojar a la sociedad nicaragüense y explotarla. ¡La suerte está echada!

El autor es periodista.

Opinión
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