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Alberto Stefano Boschi

Alberto boschi: “No me desterrarán de nuevo”

Los socios de la Compañía de Seguros Milano le dieron dos opciones al recién ingresado miembro del equipo. “O te haces un hombre serio o te dedicas a ser misionero”. Era 1979 y el recién contratado miembro de la firma era un prospecto prometedor. Con 26 años, Alberto Stefano Boschi poseía un título como economista de la Universidad Católica de Milán y otro de Ciencias Políticas, pero para los socios el gran problema era que siempre estaba rodeado de gente necesitada y discapacitada, no los clientes que buscaba la incipiente compañía.

Fotos de La Prensa/ Héctor Esquivel

[doap_box title=” La escuela Lorenzo Milani” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Boschi es un admirador y precursor de la línea pedagógica conocida como milanianos, llamada así en honor al sacerdote italiano Lorenzo Milani, quién después de la II Guerra Mundial fundó una escuela en una comunidad del interior de Italia, diferente a la que los alumnos asistían de lunes a domingo.

El padre Milani consideraba que la única forma en que los estudiantes pobres podían competir con los demás es que no debían perder el tiempo y asistir a diario a la escuela.

“Los ricos tienen vacaciones porque van al mar o de viaje, pero un niño pobre se quedará en su casa mucho tiempo ocioso, y ese tiempo debe ser bien aprovechado. Nosotros sólo damos clases 150 días al año, no damos más clases porque no tenemos recursos, pero mi sueño es dar siempre clases para que los chavalos sepan que se puede cambiar su entorno que otros países lo hicieron y nosotros también podemos”, dijo Boschi.

En Ciudad Sandino el catolicismo no es profesado por la mayoría de los habitantes, aquí la proporción es de 80 por ciento protestantes y sólo 20 por ciento católicos, es por eso que en la Misión Católica Internacional censa a las familias católicas para que los niños y niñas sean bautizados y catequizados.

Se espera que en diciembre próximo reciban las aguas bautismales 22 niños, el menor de 4 meses de nacido y el mayor de 16 años.

“Somos una misión católica, aceptamos a cualquiera que quiera compartir la palabra de Dios lejos de los convencionalismos, profesamos un catolicismo vivencial de ayuda y entrega a los demás, es nuestra misión servir a otros, es la única satisfacción que nos llevaremos al morir, no lo que atesoremos”, concluyó Boschi.

[/doap_box][doap_box title=”¿Italia o Nicaragua? ” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Boschi es el mayor de cinco hermanos, su abuelo fue un empresario textil propietario de una famosa fábrica de calcetines, su padre murió años atrás y su madre de 80 años de edad se encuentra muy delicada de salud, en Italia.
“Yo quiero ir a ver a mi mamá —dice apesadumbrado— pero no puedo salir porque si salgo y no me dejan entrar… entonces pienso me iré con mi hija y mi esposa y cuando regresemos sería traumático para mi hija, que ellas pasaran y a mi no me dejaran entrar a Nicaragua”, reflexiona.

“Me aconsejan que nos vayamos a Italia pero eso sería renunciar al proyecto de vida de ayudar a los demás, yo hago poco pero entonces si me voy no se haría nada o se les ayudaría menos. Desterrar conmigo a mi hija y esposa es cruel, siento que fui desterrado estos dos años que pasé lejos y no me desterrarán de nuevo”, concluyó Boschi.

[/doap_box][doap_box title=”Un día con Boschi en nueva vida ” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

El sol quema como fuego, las calles están desoladas pero cuando el carro se estaciona en la primera etapa de Nueva Vida, los niños y niñas comienzan a salir de sus casas a saludar.

Unos saludan y se van mientras otros llegan con una misión, solicitarle a Alberto Boschi que vaya a su casa porque su abuela, mamá, tía o papá quieren hablarle.

Se acercan de forma sigilosa, sonríen y no se despegan de su lado, pues él es para algunos hogares la esperanza de la medicina o la única esperanza de que el fuego se encienda para cocinar arroz.
Miriam de los Ángeles Molina, de 78 años, con los ojos llorosos escoge de en medio de muchas piedras y palos algunos frijoles que puedan servir para el único tiempo que harán de comida en su casa. “Esto la gente los bota porque no les sirven, los churequeamos hoy, escojo los que están mejor para cocerlos y comer, no tengo para comprar, cuando recoja las botellas para llenar el saco me pagarán 60 córdobas, pero eso será dentro de algunas semanas, yo fui comerciante ahora nada”, dice la señora.

Se sigue avanzando. La casa de Yelba Navarrete es de ripios de láminas de zinc. Allí habita junto a sus 5 hijos. La queja de la señora que hace dos meses cubrió con plástico el techo donado, es que la Policía sólo está llegando dos veces al día a la zona y que a veces no se aparece. “Es inseguro, deberían venir más seguido, aquí le decimos pero hable usted tal vez le hacen caso”, solicita.

Pasamos por una casa donde habita una alumna de la Escuela Lorenzo Milani, la niña y sus hermanos no están, dice la mamá que espera el cuarto bebé que llegará a esta casa de ripios y plástico. Los niños andan en el comedor Maranatha almorzando, seguro cuando pase de regreso ya estarán porque allí los despachan rápido. Aquí no hay fuego encendido ni huele a comida, los niños compartirán con la madre la comida que les den en el comedor.

Francisco Orlando Calderón, de 76 años, está en tratamiento porque tiene una llaga que deja ver el hueso de su pierna derecha, pasó mucho tiempo sólo lavándola con agua caliente, ahora está recibiendo tratamiento. En su casa funciona una célula de educación de adultos. “Yo soy carpintero pero no tengo nada para empezar a trabajar, aprendí a leer hace dos años, estuvimos sin dar clase porque estaban las lluvias, pero ahora llega la gente de nuevo”.

Antes de salir de Nueva Vida pasamos por la casa de Elí Martínez, un niño con parálisis cerebral que camina con las manos y arrastra las piernas en los charcos y podredumbre de las calles. “Elí es una tarea pendiente, no le hemos podido conseguir la silla de ruedas”.

La mamá de Elí señala que su hijo podría dejar de arrastrarse si consigue 100 dólares o una férula para que le operen la pierna y su pie quede recto para que lo pueda asentar.

“Ésta es la realidad de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, casi la mayoría de las personas que habitan aquí no existen legalmente porque no tienen partidas de nacimiento, ni cédulas, hay hogares donde hay hasta cinco generaciones que no existen, la diferencia es que estos chavalos están yendo a la escuela, están aprendiendo que hay más fuera del barrio, que no son los únicos inconformes con su situación, yo no soy un inductor, somos humanos, tenemos derecho a tener sentimientos egoístas de mejorar nuestras vidas, estos chavalos los tienen y nadie los puede limitar, todos somos nicaragüenses”, concluyó.

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Los socios de la Compañía de Seguros Milano le dieron dos opciones al recién ingresado miembro del equipo. “O te haces un hombre serio o te dedicas a ser misionero”.

Era 1979 y el recién contratado miembro de la firma era un prospecto prometedor. Con 26 años, Alberto Stefano Boschi poseía un título como economista de la Universidad Católica de Milán y otro de Ciencias Políticas, pero para los socios el gran problema era que siempre estaba rodeado de gente necesitada y discapacitada, no los clientes que buscaba la incipiente compañía.

De la decisión que tomó entonces no se arrepiente. Optó por ayudar a otros, apoyar sus luchas y conseguir que se mejoraran las condiciones de vida.

Treinta y un años después se siente orgulloso de decir que colaboró para que las personas con discapacidad de Italia puedan tener empleos, casarse, en fin, que sí exista una igualdad de derechos.

En 1989 visitó Nicaragua queriendo conocer de cerca la teología de la liberación, esa corriente católica que había logrado que muchos sacerdotes fuesen partícipes y actores fundamentales en la época de la revolución sandinista, ocupando algunos puestos gubernamentales como Fernando Cardenal, en el Ministerio de Educación, y Miguel D’Escoto en la Cancillería.

“Una Iglesia dedicada a los pobres, de la mano del pueblo era algo que yo debía conocer de cerca”, señala Boschi, mientras conversamos en su sencilla oficina en la Escuela Lorenzo Milani, ubicada en la zona 11 de Ciudad Sandino.

“Fue una época interesante. Recuerdo que por un dólar daban 4 mil 200 córdobas y una cena en un restaurante costaba como 60 mil córdobas. En una ocasión debí pasar con un mesero como 20 minutos contando las monedas de 500 córdobas para pagar una cena, había mucha inflación”, recuerda.

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Boschi se marchó de Nicaragua convencido de que había mucho por hacer, y fue hasta en el año 1994 cuando Nicaragua apareció de nuevo en su panorama.

“Ese año (1994) ganó el actual Premier Silvio Berlusconni y me di cuenta que las cosas iban a cambiar, que era momento de pasar a otra etapa de mi vida y una amiga cooperante estaba vendiendo su casa en Xiloá. Mi idea romántica era poder ayudar a otros y tener una laguna para nadar, y así compré la casa y un carro usado y me vine a Nicaragua”, comenta el misionero.

Pasó poco tiempo para que las personas de las comunidades Xiloá, Tamagaz, Miraflores y Los Castros, de la Península de Chiltepe, corrieran la voz de que había un “chele” que prestaba ayuda. Al poco tiempo no sólo eran los entonces 800 habitantes de esas comunidades los que acudían a él, sino habitantes de Ciudad Sandino que incluso perdían hasta el último bus y se marchaban a pie a sus hogares.

“Vi mucha necesidad y vi que había más gente para ayudar en Ciudad Sandino, así que le compré esta propiedad al carpintero José Ayerdis, y me quedé de cerca con la gente”, señala Boschi.

En la zona 11 de Ciudad Sandino habitan alrededor de 20 mil personas en humildes e indignas casas de cartón y plástico. Las aguas negras corren formando grietas profundas en las polvorientas calles que en invierno se convierten en verdaderos suampos, aquí la palabra necesidad cala como el común denominador y oportunidad es la utopía.

La prioridad de todos en el hogar es buscar para la comida. Con muy poca instrucción dedican sus horas a laborar en las zonas francas, pequeños negocios y a la recolección y búsqueda de botellas plásticas en las calles, cauces y el basurero cercano.

Muchos “churequean”, es decir, encuentran sus alimentos entre los desechos.

Como promedio Boschi, en la Misión Católica Internacional, recibe a 15 personas diariamente con diversas peticiones, pero las que se repiten son comida, consultas médicas, medicinas, becas para colegiales, apoyo jurídico para sacar partidas de nacimiento y mediaciones en situaciones de violencia intrafamiliar.

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En ocasiones, las peticiones son apremiantes y desesperadas, como la que se dio a principios de este mes. Mientras los cementerios eran engalanados por la municipalidad, murió una pequeña de ocho meses, tras buscar al representante del Consejo del Poder Ciudadano (CPC), de la zona y a personal de la Alcaldía, los familiares recibieron por respuesta que no se atendía el fin de semana y que la Alcaldía volvería a trabajar hasta el día miércoles 3 de noviembre

“Nosotros prestamos dinero, porque no tenemos, para que se comprara la caja (ataúd) y se sepultara a la niña, porque qué se supone que debía hacer esa familia, ¿meter en un termo a su hija mientras el Gobierno del pueblo le da respuesta? Es inhumano y se dicen cristianos”, afirma Boschi.

Comentarios como el anterior y el apoyo decidido a los jóvenes que asisten a la escuela de Extra Edad que funciona en la Zona 11, lo han convertido en la cara visible de la oposición del actual gobierno en Ciudad Sandino, donde junto a sus colaboradores recibe amenazas de muerte de forma constante y los CPC (Consejos del Poder Ciudadano) le tienen declarada una guerra silenciosa a veces y otras no tanto.

A Alberto Boschi se le conoció a nivel nacional e Internacional después de que fuese acusado y condenado por portación ilegal de armas e inducción a la violencia contra el periodista oficialista de Canal 4 Antenor Peña Solano.

Por la acusación fue sentenciado en ausencia a un año de prisión, período que estuvo desterrado en Italia y sólo regresó al país el pasado 23 de junio cuando diputados de la Asamblea Nacional emitieron una amnistía a su favor, que aún no ha sido publicada en el diario oficial La Gaceta.

Los hechos por los que fue juzgado distan mucho de lo que en realidad pasó.

Boschi se presentó a una protesta contra los gastos innecesarios del Gobierno, convocada por el Grupo Puente, bajo el lema “Los rótulos no quitan el hambre”, el 31 de julio del 2008.

En el lugar, la buseta de la Misión Católica Internacional fue atacada y resultó con los vidrios quebrados por las fuerzas de choque del Gobierno, que también lesionaron a tres personas de Ciudad Sandino. Cuando Boschi se presentó a interponer la denuncia, la Policía desestimó la acusación señalando que todo fue muy confuso.

Allí el periodista Antenor Peña Solano cubría el enfrentamiento donde la Policía debió disparar al aire para controlar la situación, Peña Solano fue herido en una pierna, en el vídeo que guarda como prueba, se puede observar a Boschi prestando ayuda al periodista.

El hecho ocurrió en julio, sin embargo Boschi no fue notificado y no se presentó a la primera audiencia del proceso porque se encontraba fuera del país, tampoco pudo nombrar un abogado defensor.

El juez Octavo Local Penal de Managua, Celso Urbina, explicó a los medios de comunicación que “el acusado le manifestó que carece de medios económicos para contactar a un abogado” por lo que en base al articulo 34 de la Constitución Política mandó a pedir un defensor público, que él mismo escogió.

Fue hasta el 17 de septiembre del 2008 que se enteró que había un proceso en su contra, Boschi en ese momento se encontraba en Italia y decidió volver a Nicaragua donde estuvo durante varias horas secuestrado en el Aeropuerto Internacional.

Se presentó a demostrar su inocencia pero fue condenado y por ello salió de nuevo del país.

Después de la lejanía de su hija Rafaela de dos año en ese momentos y su esposa Carolina, una nicaragüense con quien contrajo matrimonio en el año 2005, el dolor más grande fue darse cuenta cómo muchos de sus proyectos para ayudar a los más pobres quedaban en el aire.

“Con mi salida muchas acciones como la farmacia comunitaria y los convenios con clínicas privadas quedaron sin ejecutarse porque no sabían cómo se pagaría, se fueron cien niños de la Escuela y sólo quedamos con 400, el avance de la oficina legal para sacar partidas de nacimiento y apoyar la inscripción de nacimientos y solicitudes de cédula de identidad, también quedó a la deriva”, destacó Boschi.

Pero de todo lo que pasó en ese período lo que quiebra la voz de Boschi es recordar las palabras de Rafaela al teléfono cuando le decía “papá vení” y no poder regresar a abrazarla.

“A mí me hicieron daño, a la gente que ayudamos, pero lo que hicieron con mi hija es inhumano. Cómo le explicó a una niña tan pequeña que no podía regresar porque me meterían a la cárcel y que no soy culpable de nada, que nunca he portado un arma y que no creo en la violencia, cómo elimino las secuelas sicológicas, cómo un gobierno cristiano de paz y reconciliación se ensaña conmigo porque no comparto en el coro que le canta a Daniel y su Gobierno”, cuestiona Boschi.

En una carpeta, Boschi se ha dado a la tarea de guardar copias de la cédula que junto al pasaporte nicaragüense le fue retenido por las autoridades, guarda copias de los recibos y algunos recibos originales de los pagos que ha realizado solicitando un récord de Policía para saber si su expediente está manchado, el cual no le emitieron porque no presentó el original de su cédula.

“Guardo todo para que cuando Rafaela sea grande comprenda el porqué de mi ausencia, el porqué de esta situación en la que me encuentro, porque espero que no sea en vano, soy un ciudadano más que quiere un país con democracia para su hija, no quiero un país donde ella quiera reclamar algo, la calle el autoritarismo”, señaló Boschi.

El jueves 23 de septiembre a Alberto Boschi se le venció la visa de turista de tres meses que le dieron para ingresar de nuevo a Nicaragua, la incertidumbre es la palabra idónea para describir su situación pues se niega como nicaragüense a ir a solicitar otro visado y piensa que en cualquier momento tocarán a su puerta y lo expulsarán del país.

“Estoy en una situación difícil. Para el Gobierno soy un extranjero con una visa vencida, ellos podrían aplicar una medida de expulsión porque estoy ilegal y lo pueden hacer en el momento que más les convenga o quizás no lo hagan para que no haya escándalo, en fin, incertidumbre es la palabra, a mi parecer no les conviene que haga berrinches pero tampoco puedo confiarme”, asegura Boschi.

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COMENTARIOS

  1. alfredo
    Hace 13 años

    Daniel Ortega todo el pueblo sabe q sos un dictador autoritario pero no seas despota con Alberto Boschi ya q tu lo q sabes es robar y reprimir con tu sistema fracasado pues deja q los q quieren hacer algo por el projimo q lo haga sabemos q tu elevas tu ego haciendoles mas dano al pueblo humilde y pobre de nicaragua no segas legalizando la ilegalidad con el virus de los infectados por la epidemia de la corrupcion,deja al hombre tranquilo no divida su familia q te cuesta .

  2. damian cuadra
    Hace 13 años

    soy parte de ese lindo pais , de esa tierra nicaragua vivo en el extranjero y m da lastima y colera saber las … q hacen con gente q ayuda al pais , quien se cree el gobierno q nicaragua es de ellos les aseguro q no , nicaragua es d todos, q diria sandino del dolor de su pueblo ….

  3. l.castillo
    Hace 13 años

    En realidad en que debe de irse de Nicaragua es el … de Ortega que no hace bien a nadie sólamente a el mismo y sus secuases fuera ortegaaaaaaadeja a Boshi en paz,te da envidia,porque tu con los millones que has robado no hace nada por el pobre,todo lo contrario triplicastes la miseria de un pueblo.

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