Ahora que terminó la Semana Santa, Jamileth Vargas está esperando que le llegue la factura de la Empresa Nicaragüense de Acueductos y Alcantarillados (Enacal) para saber a cuánto ascenderá el gasto por la “llenada” de la piscina que compraron hace seis años y que durante la Semana Santa utilizó para entretener a sus tres hijos, ya que no pudo llevarlos a ningún balneario.
Aunque la piscina “terminó ayer de dar lo último que tenía”, se mostró satisfecha con lo mucho que le duró y les ayudó, ya que además de entretenerlos sirvió para que se bañaran en familia sin necesidad de salir de Managua.
A la familia de Vargas le ocurrió lo mismo que a decenas de familias del país, que debido a la difícil situación económica se quedaron en casa cuando en años anteriores viajaban a balnearios como Pochomil y Costa Azul, balnearios del Pacífico nicaragüense.
“Mi esposo que se desempeñaba como auxiliar de enfermería se quedó sin trabajo. Así que no hay riales para hacer eso. Nos hubiera gustado salir, pero no se puede”, comentó Vargas.
Mientras que a María Contreras, quien se gana la vida vendiendo gaseosas y agua helada en los alrededores de la sede del Consejo Supremo Electoral (CSE) en Metrocentro, también le pasó lo mismo.
Aunque en su caso dijo que era mejor así porque en esta temporada hay mucho peligro en las playas.
“Me da miedo salir con tanta gente en esos lugares. Ya no es como antes, por eso mejor no salí, además no tiene chiste andar en la calle con el estómago vacío”, exclamó la señora.
[/doap_box]
DEMASIADO CARO EL RATITO
En la colonia Nicarao la familia de Julia González también colocó en el patio de la casa una piscina tamaño familiar para entretener a los chavalos.
Y aunque en esta Semana Santa se dieron el lujo de pasear y hasta de consumir en los establecimientos de San Juan del Sur, uno de los principales destinos turísticos del país, optaron por la medida porque quedaron bien claros que esa salida difícilmente se podrá repetir, al menos en estos días.
“Todo estaba caro, un litro de cerveza costaba 60 córdobas y la comida ni se diga. Estuvimos un rato y la cuenta nos salió alta, pagamos más de 2,000 mil córdobas, no se puede salir. Así que sacamos la piscina para que a los chavalos se les quite la idea de ir a otro lado”, expresó González.
Según la joven, aunque tienen claro que el recibo de agua podría salirles alto, están conscientes que esta opción al final podría resultar mucho más barata que la de salir a veranear.
“La llenamos dos veces al día y le cambiamos el agua cada vez que se van a meter porque la dejan sucia. Ojalá no salgan esos recibos altos”, advirtió González.
PISCINAS DEJARON BUENAS VENTAS
Y mientras en las playas los propietarios de bares y restaurantes aún lamentan las ventas ralas que tuvieron durante la Semana Mayor, en la que se esperaban miles de veraneantes, los vendedores de piscinas inflables todavía no terminan de creer lo bien que les fue en esta temporada.
Pese a que las ganancias no son millonarias, los comerciantes consultados dijeron estar satisfechos con los ventas, sobre todo los mayoristas que tienen tiendas en el mercado Carlos Roberto Huembes, quienes se encargaron de proveer a los pequeños vendedores que se apostaron durante tres semanas en las principales autopistas y rotondas de la capital.
“Había días que se vendían hasta más de 50 piezas sin incluir las que distribuimos en los semáforos. No tengo la cuenta, pero se vendieron durante la semana unas 500 piezas. Ahí van incluidas las inflables, las que cuestan más de mil córdobas”, explicó Carlos Osorio, un comerciante que vende al por mayor y al detalle en el mercado Huembes
“Vendimos de todos los precios. Trajimos desde antes de diciembre 18 piezas y también se vendieron. Esas piezas son bastantes caras, había unas que costaban entre 2,500 y ocho mil córdobas, pero igual se vendieron porque la gente sabe que les sale más barato y seguro quedarse en la casa que salir a algún lado”, expresó Osorio.
Al respecto Samuel Hernández, quien tiene un establecimiento bastante pequeño, dijo que sí logró vender algunas piezas, pero esperaba que estuvieran mucho mejores las ventas.
Durante un recorrido que hizo ayer LA PRENSA constató que ya no había vendedores de piscinas en las rotondas y avenidas de la Managua. De hecho, en los únicos lugares donde podían encontrarse eran en algunas viviendas donde algunos niños todavía seguían disfrutando del largo asueto de Semana Santa.
Ver en la versión impresa las páginas: 12 A