Monseñor Silvio Fonseca Martínez se prepara para recibir el próximo 14 de mayo su doctorado en Teología Moral, estudios logrados con éxito luego de seis años de formación en la Universidad Católica de Washington, una institución que tiene 130 años de existencia y centro de formación de los obispos de Estados Unidos. Fonseca es de orígenes humildes y nacido en el barrio Campo Bruce de Managua. Por considerar el acontecimiento algo importante para la Iglesia, el arzobispo Leopoldo Brenes, junto a una delegación, lo acompañarán a Washington para presenciar el evento.
Monseñor Silvio Fonseca, ¿cómo surgió esta idea del doctorado?
Yo hice mi licenciatura en la Academia Alfonsiana de Roma y a mi regreso se me encomendó la educación católica de la Arquidiócesis. Así, después de mis estudios en Roma y mi experiencia como Vicario de Educación Católica en la Arquidiócesis de Managua por más de 12 años, tuve la certeza de cuáles son las costumbres que están en crisis en la juventud y el rol que debe jugar la educación católica.
¿Cuánto tiempo de estudio llevó su doctorado?
Seis años: el primero fue el curso de inglés de tiempo completo, los dos siguientes años los cursos doctorales y los idiomas. Para un doctorado la universidad exige al menos tres lenguas modernas. Al finalizar los cursos el staff de la universidad aprobó mi candidatura al doctorado. La investigación duró tres años. El 4 de noviembre pasado fue el examen oral y el 10 la defensa de la tesis, frente a un tribunal de cinco catedráticos. La defensa duró tres horas.
¿Cuál fue su tesis doctoral y por qué la eligió?
Sobre la Enseñanza Moral de Juan Pablo II aplicada a las escuelas católicas de Nicaragua. Después de mi experiencia en la educación, me inspiré en las dos visitas que Juan Pablo II hizo a Nicaragua. En la primera habló a los educadores en León. Ahí el beato Juan Pablo propuso un proyecto de nación a través de la educación católica. El pontífice insistió que la auténtica educación es aquella que se basa en la verdad y el respeto sobre la persona y que el ser humano nunca puede ser un cliente económico y político. Además, el papa advirtió acerca de la educación laica que nunca puede interpretarse la privación de la enseñanza religiosa para el individuo, ya que es un derecho humano elemental. Me gustaría que los educadores y la escuela católica retomen y relean el discurso del papa, ya que da la impresión que está engavetado. En la siguiente visita enfatizó en la familia cristiana llamada a jugar un rol determinante en la construcción de la sociedad.
¿Le impactó su enseñanza?
Desde que Juan Pablo II inició su pontificado le di seguimiento a sus enseñanzas y me convenció su antropología cristiana que él propuso para responder a la deshumanización del hombre contemporáneo. Su norma personalista de que el ser humano nunca debe ser un medio sino un fin, se aplica a nuestra realidad nicaragüense en la que los individuos son usados para fines políticos y económicos y que están lejos de defender la dignidad humana, mucho menos defender sus derechos como lo demuestra nuestra realidad nacional.
¿Cómo valora la educación católica en Nicaragua?
Nicaragua ha sido bendecida y beneficiada con muchas congregaciones religiosas y escuelas parroquiales que han educado a la juventud, y han contribuido a una cultura religiosa y social, sin embargo, en los últimos años, un buen número de escuelas católicas parecen sufrir una crisis de identidad acerca de su ser y de los fines que persiguen. Da la impresión de que ciertos currículos morales y religiosos no están respondiendo a la crisis que enfrenta la juventud. Han avanzado en pedagogías, y sus énfasis son más humanistas que cristianos. Por ejemplo hay abundante material en lo social, pero brillan por su ausencia aspectos de la educación sexual, el matrimonio y la familia, parece que hay miedo de hablar de estos temas con la madurez y responsabilidad que amerita o simplemente no se tiene la capacidad y recursos humanos para guiar a los jóvenes en esta realidad.
¿En qué se beneficiará la Iglesia y Nicaragua con su doctorado?
Entre las contribuciones están: revisar los programas que se imparten en las escuelas católicas en materia moral y religiosa e impulsar un centro de investigación que aborde la crisis de valores que viven los estudiantes y el rol que debe jugar la escuela católica para alcanzar el ideal de que no solo cultiva el intelecto, sino que forma a la persona y al cristiano. Si no hay integración de estos tres, no se estaría cumpliendo con el objetivo de la educación católica. Mi tesis estudió el pensamiento de Juan Pablo II en torno a la formación de la persona y el Proyecto Educativo de la Escuela Católica. No hay que olvidar que el papa fue educador y escritor toda su vida.
¿Cómo podemos conocer su tesis?
Ya está en internet. Se puede buscar como doctoral dissertation of Fonseca-Martinez Silvio, está en inglés pero ya tengo donantes que la traducirán al español.
¿Cómo beneficia su tesis a la realidad moral de Nicaragua?
Nicaragua está experimentando una de sus grandes crisis morales que mi memoria puede recordar. Mi tesis aborda en su primer capítulo la corrupción en nuestra patria como una de sus peores plagas; el irrespeto al Estado de derecho; la deshonestidad generalizada en la cosa pública, y los ataques contra la vida humana, el matrimonio y la familia, entre otros.
¿Cómo puede la teología moral iluminar estas realidades?
El rol de la teología moral siempre ha sido importante y necesario para orientar la conducta humana. En Nicaragua se hace más urgente una teología moral beligerante; más aún, es la única opción con que cuenta el país en el presente, frente a la debacle de los valores. Nicaragua vive uno de sus peores momentos de su historia en lo que se refiere a los principios éticos y en la administración de la justicia, ya que lo malo se impuso como bueno, lo inmoral llegó a ser moral, el robo, el fraude y la parcialidad en la implementación de la justicia está llegando a ser una norma en el comportamiento de muchos funcionarios públicos. La Escuela Católica no puede permanecer indiferente a esta realidad por razón de su ser y como una obligación en conciencia frente a Dios y a la sociedad.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 A
