Cartas de Amor a Nicaragua
Querida Nicaragua: Dime conquién andas y te diré quién eres, dice una vieja sentencia popular.
En estos pueblos pequeños como Managua y las ciudades de Nicaragua todos nos conocemos. Sabemos perfectamente quién es quién, es decir, todos conocemos la vida y milagros de todo el mundo, pero la gente decente guarda silencio. Son lo chocarreros que no se respetan ni a sí mismos los que viven comentando mentiras e inventando historias para tratar de denigrar a los demás.
Yo he optado por no ver programas de televisión por las mañanas ni escuchar otras emisoras que no sean la Corporación, la única pluralista, capaz de transmitir en micrófono abierto críticas en contra mía, ya que esa es la tónica de una emisora al servicio de todas las opiniones.
Sin embargo, diariamente me encuentro a alguien que me pregunta si escuché tal o cual emisora o si miré tal o cual programa de televisión, en donde “hablaron pestes de vos”, te mandaron varios “piropos”.
Hombré les respondo… Qué bueno que se ocupen de mí, que bueno que digan todo lo que quieran decir, porque el pueblo de Nicaragua me conoce de sobra, pues durante más de cincuenta años estoy escribiéndole Cartas de Amor por desayuno, almuerzo y cena, como escribió un día en LA PRENSA el recordado poeta Mario Cajina Vega, de grata recordación y a quien siempre le agradecí su elogioso artículo.
Mi modesta participación en la radiodifusión nacional ha sido apreciada por verdaderos intelectuales como el recordado Pablo Antonio Cuadra, poeta y escritor de resonancia mundial, quien siempre me dijo que adaptar un cuento diario de Pancho Madrigal era una tarea que pocos podrían emprender. Contar un cuento diario, me decía, tiene un mérito enorme. Yo le agradecí sus palabras. Asimismo, gozo de la estima de intelectuales de la talla del doctor Alejandro Serrano Caldera, Carlos Tünnermann Bernheim, del poeta Guillermo Rothschuh Tablada, el patriarca chontaleño y tantos otros intelectuales con los que cultivo una sincera amistad.
En cuanto al apoyo enorme que me dan los campesinos en esta campaña electoral puedo decir que me siento orgulloso de tanta mano callosa, tanto hombre del surco y la montaña, tanta mujer humilde se me acerca para demostrarme su admiración y su cariño en las giras realizadas en distintos pueblos y comarcas de Matagalpa, Jinotega, Chontales, Nueva Segovia, Boaco, etc.
De manera que todo lo mal que puedan hablar de mí se estrella contra una sólida pared de prestigio que ya dura varios años. Me llenaría de tristeza y me preocuparía el día en que alguien me dijera que esos medios y esas personas están hablando maravillas de mí. Gracias a Dios me atacan y sus ataques se revierten en contra de ellos mismos.
Dicho lo anterior no me queda más que seguir tratando de hacer algo por mi país, cumpliendo con el lema que se ha impuesto la emisora que dirijo y que dice claramente que “la culpa no es de los que se equivocan, la culpa es de los ausentes”.
Yo no quiero estar ausente de lo que es una obligación ciudadana: hacer buena política, predicar la honradez administrativa, pregonar que hay que terminar con la corrupción, que nadie en el gobierno de la Unidad Nicaragüense por la Esperanza va a meter las manos en las arcas del Estado, que habrá educación integral y un sistema de salud inmejorable.
Esa es la prédica que a muchos no les gusta.
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