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Valores compartidos

La inclusión de la catedral de León en la lista de sitios y monumentos que son Patrimonio de la Humanidad, por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), es oportuna para reflexionar sobre aquellos valores que son comunes o compartidos por los nicaragüenses porque los identifican y les dan sentido de nación.

El barón de Montesquieu (Charles Louis de Secondat, 1689-1755), a quien se invoca y cita habitualmente en relación con su doctrina sobre la separación e independencia de los poderes del Estado como fundamento de la democracia, escribió que “el valor de una nación no es otro que el valor de los individuos que la componen”. Por su parte el célebre escritor espiritualista ruso Fedor Dostoievski, como para complementar el concepto de Montesquieu señaló que “Ni el hombre ni la nación pueden existir sin una idea sublime”. O sea que son los valores espirituales y culturales los que sustentan e identifican a las personas, las unen y les dan sentido de nación.

Los estadounidenses —quienes precisamente ayer 4 de julio celebraron un aniversario más de su independencia nacional— se enorgullecen de que la libertad y la democracia son sus valores fundamentales compartidos. En realidad, tan vigorosos son esos valores comunes de los estadounidenses, que a pesar de que es cada vez más grande y abigarrada su población inmigrante que llega de países donde se carece de tradiciones democráticas y no hay una arraigada cultura de libertad —y no obstante que los inmigrantes han llevado consigo muchas costumbres y hábitos de vida de sus naciones de origen—, sin embargo, en términos generales se ha adaptado a la realidad de su nuevo país y comparte los valores nacionales de los estadounidenses de antigua data.

Algo parecido se puede asegurar sobre los costarricenses, cuyos valores compartidos más importantes son la libertad, la democracia, el civilismo, la celebración de elecciones libres periódicas, la alternancia del poder, etc.

Pero en Nicaragua no podemos decir que los valores sustantivos de libertad y democracia sean compartidos por todos los nicaragüenses. Es cierto que las cuatro elecciones básicamente libres y limpias que se celebraron entre 1990 y 2006, demostraron que la mayoría de los nicaragüenses —hasta un sesenta por ciento—, aspira a vivir en libertad y quiere gobernarse en democracia. Pero lamentablemente son muchos los nicaragüenses que no comparten esos valores, que prefieren un sistema político caudillista y autoritario como el de Daniel Ortega, el cual ha sido respaldado por más o menos cuarenta por ciento de la población en los últimos 21 años.

En realidad, son pocos los valores que unen a los nicaragüenses alrededor de un propósito común y    que sirvan para darle consistencia a la identidad nacional. Entre ellos se puede mencionar la fe cristiana, la defensa del río San Juan, el orgullo por tradiciones culturales como El Güegüense, y la catedral de León, que ahora ha sido reconocida por la Unesco como uno de los bienes culturales que forman parte del Patrimonio de la Humanidad.

Aún así, debido a la mezquindad de la política caudillista y autoritaria predominante en el país, los pocos valores compartidos por los nicaragüenses han sido manipulados de manera sectaria por los gobernantes. Eso es lo que sucede cuando se presentan los recurrentes conflictos por el río San Juan. Eso mismo ocurre inclusive con la fe cristiana, que es manipulada desde el poder con fines politiqueros. Y por eso mismo es justa y oportuna la advertencia que ha expresado el obispo de la Diócesis de León, monseñor Bosco Vivas, de que nadie debe hacer propaganda política de la proclamación de la catedral leonesa como Patrimonio de la Humanidad, por parte de la Unesco.

Aseguran los sociólogos que para ser parte de una nación no basta haber nacido en un mismo lugar. También hay que tener objetivos, aspiraciones y valores comunes, o sea los ideales sublimes de los que habl Dostoievski. Pero en vista de que no todos los nicaragüenses compartimos todavía esos valores tan superiores que son los de la libertad y la democracia, al menos deberíamos unirnos alrededor de valores culturales básicos como el que representa la catedral de León. Esta constituye un legítimo orgullo nacional que nos convoca no solo a festejar su inclusión en el Patrimonio de la Humanidad, sino también a cuidarla y velar por su limpieza, principalmente de la basura politiquera, ya sea gubernamental u “opositora”.

COMENTARIOS

  1. fernando
    Hace 13 años

    El problema quizás consiste en que la definición de democracia que el autor usa es la definición de democracia representativa. La democracia representativa ha fracasado en todas partes como representación de democracia, y en particular en EU donde la policía asesina negros por infracciones de tránsito con total impunidad, y en donde dos partidos se turnan en el poder desde hace 160 años. El país que le dicta su política al mundo entero no puede ser democrático.

  2. carlos
    Hace 13 años

    Hablan los de la lengua partida son en realidad sandinistas,bien se sabe,sinceramente amigos,los sandias solo saben hablar mierdas,sinrazones y sinsentidos y en ese discurso solo se enredan los llamados a vivir enredados.Nosotros lo tenemos muy claro pues en este mundo todo el mundo sabe quien es quien.Se acabo sennores.Que Dios bendiga a Nicaragua.

  3. diego feraz
    Hace 13 años

    El maximo valor que podemos tener es ser nicaraguenses, fernando argumenta bien su comentario donde afirma esas peculiaridads de la democracia gringa, nuestra peculiaridad debemos verla al asumir una coexistencia de un 40%de poblacion que se identifica con una solucion politica socialista, un 20% que se dice democratico y de conceptos mas antisocialistas que liberales en plena contradiccon con su concepto politico, y otro 40% sin opcion politica mas que su bienestar.

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