Por Raúl y Velia Obregón
Cotidianamente estamos observando y escuchando acerca de agresiones en la sociedad y en las familias, producto de comportamientos violentos, con mayor frecuencia protagonizados por personas del sexo masculino.
Los actos de violencia cada vez son más recurrentes, convirtiéndose en un mal endémico que está destruyendo matrimonios y familias.
La violencia inicia su proceso de gestación en la familia. Desde la niñez, el corazón de las personas sufre heridas que muchas veces se van profundizando en el tiempo. Dichas heridas tienen entre otras causas: venir al mundo y no conocer al padre o madre biológicos, maltrato por parte de los padres u otros adultos, discriminación en el hogar, ser testigos de agresión verbal y/o física entre los padres, trato áspero y grosero por parte de los padres, infidelidades conyugales, maltrato conyugal, etc.
Lo que estamos diciendo es que existen infinidad de comportamientos y circunstancias que dañan el corazón de las personas y ello acarrea como consecuencia la acumulación de: ira, rabia, rencor, odio etc, en fin personas iracundas.
Estas, en cualquier circunstancia y lugar, dan rienda suelta a la ira que esta anidada en su corazón y son iniciadores(as) de contiendas; por lo que, afirmamos que la causa de la violencia intrafamiliar y social está en las familias.
En nuestra opinión y desde nuestra experiencia personal, la manera mas efectiva de sanar corazones dañados, es llenarse de paz y sosiego, y el gran proporcionador de paz y sosiego es el Maestro de Maestro, Cristo Jesús. Cuando se acepta a Cristo Jesús en el corazón, Él pone paz mas allá de todo entendimiento.
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