En la grandiosa iglesia romana se aglomeraron los turistas en la penumbra. Cúpula abierta tras cúpula y sin panorámica. Algunas llamas de cirios titilaron.
Un ángel sin semblante me envolvió y me susurró a través de todo el cuerpo: “No te avergüences de ser persona, ¡sé orgulloso! Dentro de ti se abre cúpula tras cúpula infinitamente tú nunca estarás completo, y así es como debe ser.”
Las lágrimas me cegaron y fui empujado a la soledad junto a Mr. y Mrs. Jones, Herr Tanaka y Signora Sabatini, y dentro de todos ellos se abrió cúpula tras cúpula infinitamente.
Ver en la versión impresa las páginas: 7 B