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El gran cipote

La identificación con el mundo del campesino salvadoreño y sus exploraciones en los asuntos esotéricos orientales fueron las constantes de Salvador Salazar Arrué, narrador, novelista, periodista, pintor que hoy cumpliría 112 años de nacido.

El cuento del cuento que contaron

Puesiesque Mulín, Cofia, Chepete y la Culachita se sentaron y dijeron: “Contemos cuentos debajo desta carreta”. “Sí”, dijeron “contemos”.

El cuento de las fieras gritonas, jediondas del circo, a diez centavos la acercada

Puesiesque en la carpita del circo quera como el ternero de la carpona tenían a los animales bravos y Colino con Pichilente pagaron tiquete de diez cenzontes por ir a ver y al entrar miraron un mico enjaulado con una carecipote de ojitos pelados y con paperas y dijeron: “¡mirémolo!” y sestuvieron viéndolo y el mico viéndolos a eyos sin decir nada, y entonce le dijo Pichilente a Colino: “Acercátele no le tengás vergüenza”, y entonce le dijo Colino: “¡No me rempujés que si me escupe te vuá fregar!” Y el mico dijo “¡Quike!”, y se rascó la nalga pelona.

Las campanas

Pasaban tristes en la torre vieja, pero un día una banda de golondrinas invadió la torre para hacer de ella su retiro de verano; entonces se alegraron tanto las campanas que echaron al viento sus badajos y se pusieron a cantar.

Los dioses

El rostro de los dioses se asomaba al abismo y allí los hombres mínimos se destrozaban los unos a los otros llenos de pasión. Los dioses de faz serena sonrieron una vez más y dijeron: Todavía no.

La flor del amor

La mariposa loca revoloteó junto a la rosa, con tan poco tino que se clavó en la espina y allí quedó muerta, con sus alas azulverdeoro, bellamente fláccidas, caídas sobre las hojas.

El río

Un río que caía al mar entre promontorios gigantescos les decía a estos:

El cuento de olis olis catrín y el cañonazo

Puesiesque un gutute mirichenambre cornoritotingo quera un animalito con nombre centífrico y que en el monte le dicen zorriyo, por fregar, levantó una pata y ¡tas! echó un chorrito de gedentina espantis diablis, que se regó a cuatro leguas a la cuadrada y dijo riéndose con dientitos delgaditos: “¡Vaya, para quianden diciendo que la Primavera, que no sé qué, que las esencias de las jlores, y el maroma de las yerbas quembalsaman la natura!” Y tiró tierra paratrás con las uñas y siguió caminando contento.