La dictadura somocista era el epítome de los malos gobiernos.
Hubo muertes, torturas, detenciones y fraudes electorales orquestados y ejecutados por Modesto Salmerón, el artífice del hasta hace tres días, el fraude electoral más grande de la política nicaragüense.
Este señor Salmerón se encerraba solo en una oficina del gobierno y distribuía los votos siguiendo las órdenes del tirano.
Pero eso era hasta hace tres días. Hoy, la dictadura somocista ya no es el epítome de las dictaduras, ni Salmerón es el rey del fraude lectoral. Hoy hay nuevas caras en la cancha política.
Las personas que nacimos en la dictadura somocista y vivimos nuestras vidas al lado de ella, podemos dar fe de que jamás habíamos visto a un director o presidente de Consejo Electoral alguno, actuar como el que actualmente preside el Consejo Supremo Electoral (CSE).
Además de especialista en fraudes electorales, también es un consumado prestidigitador que hace desaparecer 407 millones de córdobas con un malabarismo de feria, que se apropia de las donaciones de la Iglesia católica, bajo el subterfugio de que las donaciones no tienen condiciones, como la mansión Lalinde, situada en medio de 19 manzanas de terreno a orillas de la Carretera a Masaya, la cual fue donada para que funcionara el Seminario Nacional y terminó siendo la cueva de este moderno Alí Babá.
No contento con su pasado y su presente turbios, se atreve a despotricar contra los organismos nacionales de observación electoral, acusando a sus miembros de ser una partida de ineptos que son una carga de los organismos internacionales.
Sin embargo, cuando por su actitud caprichosa les negó acreditarlos como “acompañantes” nacionales, no fue esa la razón que adujo, sino su público partidarismo con determinada alianza, como si él no fuera un reconocido camaleón, que ayer arnoldista y hoy orteguista.
Pero fue a LA PRENSA a la que le dedicó su verborrea de burro chimado, a la que llamó mentirosa y llena de basura desde la primera hasta la última página. Está molesto porque este diario publica sus latrocinios y sus trampas en contra de la voluntad popular.
Dijo además que LA PRENSA solo publica basura de la primera a la última página y en eso tiene toda la razón, porque él es pura basura y noticia frecuente en esas páginas que constituyen un testimonio de la corrupción de los funcionarios de gobierno que viven una vida fastuosa que no está de acuerdo con sus salarios.
De este “ejemplar” funcionario corrupto se podría escribir una novela biográfica con el nombre de los mil y un días, en cuyas páginas se contaría un cuento de corrupción, dejando el final para el siguiente día, para evitar que lo internen en una suite de Tipitapa.
No es que LA PRENSA necesite que yo la defienda, pero me quiero dar el gusto de honrar la memoria del inclaudicable campeón del derecho a la libre expresión, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, que entregó su sangre por defender la justicia. El autor es ingeniero
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