Joaquín Absalón Pastora
Los conservatorios son la cuna donde nace la flor del canto. Trasciende y se forma en ellos la orquesta humana. De las facultades parte un proyecto destinado a fin de que el aprendizaje suelte sus conocimientos y cualidades en los escenarios profesionales.
Un ejemplo puede darse de la cátedra sobre la colocación de la voz en la técnica vocal adecuada que ha dado acertadamente los efectos que distinguen al coro de la Upoli cada vez que muestra su evolución en las temporadas corales en el Teatro Nacional Rubén Darío a las cuales asiste invicta durante el transcurso de diez períodos.
En cada participación enseña una riqueza temática que esta vez incluyó a clásicos latinoamericanos como Ernesto Lecuona y Héctor Villalobos, sin perderse de vista el espacio merecido por los autores nicaragüenses.
Emana con proyecciones de futuro el coro de la universidad como una pauta encaminada a tomar los rumbos de la polifonía con la preparación de una obra completa que bien podría pertenecer a uno de los ofertorios o misas de Juan Sebastian Bach con el acompañamiento de la orquesta de cámara de la universidad.
Su recital exalta a las voces sin que constituya una regularidad exclusiva en la música culta. Es la búsqueda en pluralidad de género del efecto sonoro.
Perdura el afán de extraer de las cuerdas vocales la magia aglutinada por los secretos y de los cuales con el devenir del tiempo, desde el medioevo pasando por el ars nova, se siguen sacando conclusiones. El proceso del descubrimiento es incontenible.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 B