Jeniffer Castillo Bermúdez y Génesis Hernández Núñez
Medio millón de adolescentes y jóvenes del país se levantan todos los días y no tienen que alistar su mochila porque no van a la escuela. Tampoco alistan una merienda porque tampoco trabajan.
Ellos son los denominados “ni-ni”. Adolescentes y jóvenes que ni estudian ni trabajan, según las cifras oficiales.
Para el economista Adolfo Acevedo la situación resulta preocupante porque los jóvenes, que en teoría son el futuro del país, están doblemente excluidos y el Ministerio de Educación no apuesta a una atención diferenciada para reducir la problemática.
A esto se suma la preferencia de los jóvenes por el trabajo que les permite ayudar económicamente en sus casas.
María Auxiliadora López tiene 22 años. Vende agua helada en los semáforos de la Asamblea Nacional y no quiere ir a la escuela.
Tiene un niño de dos años y necesita los 150 córdobas que le deja la venta de agua diaria, por eso, afirmó que no regresaría a la escuela.
En 2008 había 1,834,221 adolescentes y jóvenes. De ese total, el 37.6 por ciento estaba empleado, el 9.9 por ciento trabajaba y estudiaba y el 30.2 por ciento solo estudiaba, según destacó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su más reciente informe.
La estrategia nacional de educación no tiene una política que busque incorporar a estos jóvenes a la escuela, lamentó la profesora Lesbia Rodríguez, miembro de la Unidad Sindical Magisterial.
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