La implementación del sistema económico de libre mercado, efectuada en los 16 años de gobiernos de derecha o “neoliberales”, es un legado a la patria del liberalismo criollo, ya que en este período se impulsaron las reformas estructurales necesarias para transitar de una economía estatizada, obsoleta y paupérrima, como la de los años ochenta, hacia un sistema de libre producción, dinámico, atractivo para los organismos financieros internacionales y donde se incentivara la creatividad y la propiedad individual.
La reforma económica neoliberal impidió que la desolación, la miseria y el hambre en Nicaragua alcanzaran niveles alarmantes como los causados por la economía castrista en la isla comunista. Ahora el comunismo cubano se cae a pedazos y la apertura hacia la libertad económica es inminente. Ahora, los cubanos pueden comercializar sus cosechas, vehículos, casas y poseer pequeños negocios; están enrumbando su economía en los primeros pasos del capitalismo.
Mientras tanto en Nicaragua, el FSLN, a pesar de su retórica anticapitalista, es un aliado del gran capital y mantiene acuerdos políticos estrechos con la cúpula empresarial, el Cosep y con el sistema financiero nacional. Los banqueros, considerados por los “socialistas del siglo XXI” como inescrupulosos acumuladores de capital y causantes de todos los males habidos y por haber, se sienten muy a gusto con el gobierno de Ortega. Además, el oficialismo mantiene vigente las privatizaciones de los servicios públicos impulsadas por el neoliberalismo (energía, teléfonos, sistema bancario, transporte); los compromisos macroeconómicos con el FMI y los tratados de libre comercio, reconociendo tácitamente que estas medidas aprobadas por los neoliberales han sido efectivas para mejorar nuestra economía.
La economía de mercado prevalece en nuestro país, a pesar de ser uno de los dos países de América Latina que junto a Cuba cayeron en manos de gobiernos totalitarios de corte comunista y que como regímenes satélites de la Unión Soviética pretendieron imponer su visión marxista-leninista de la economía y los derechos civiles.
Y es que el sandinismo, a pesar de sus intenciones, nunca pudo tener el control absoluto de la sociedad, a como sí lo logró el castro-comunismo. La oposición armada de “los contras”, efectuada desde los primeros días del régimen de los ochenta, desgastó al sandinismo impidiéndole desarrollar una estructura de control y represión tan poderosa que fuera capaz de someter los deseos de libertad y sobrevivencia del pueblo.
Aún en los momentos de mayor auge de la imposición comunista, siempre en Nicaragua hubo expresiones libremercadistas; el vende periódicos, las tortilleras, los comerciantes, el campesino, efectuaban sus actos de comercio, aún a riesgo de la delación y la persecución estatal.
“Los contras”, el ejército guerrillero más anticomunista de Latinoamérica, estuvo integrado en su mayoría por liberales. Engrosaron sus filas más de 20,000 campesinos provenientes del norte del país, bastión del liberalismo. Asimismo, desde el año 1979 miembros de la antigua Guardia Nacional (GN) del régimen liberal de Somoza inician la conformación de las estructuras militares de “la contra”, cuando no contaban aún con el apoyo financiero y político del grandioso Ronald Reagan. El autor es abogado y Miembro de la Alianza PLI
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