Al expresidente venezolano Luis Herrera se atribuye la frase de que “opositor que no hace oposición, se queda en la oposición”. O sea que la oposición debe actuar como tal, sin dejar dudas del papel que le corresponde desempeñar ni ser opositora contra ella misma. Y tampoco debe ser oposición zancuda, como se le dice en Nicaragua al colaboracionismo político oportunista con el régimen.
La oposición tiene que dotarse de un buen programa político, construir una gran organización, tener una correcta estrategia, aplicar una táctica versátil, constituir un liderazgo confiable y denunciar sin tregua las incompetencias y abusos del gobierno. Solo así los opositores pueden dejar de ser oposición y convertirse en gobierno; sin llegar a los extremos violentos y destructivos de la estrategia de “gobernar desde abajo”, que practicó el Frente Sandinista cuando estaba en la oposición contra los gobiernos democráticos de 1990 a 2007. Solo cuestionando de manera resuelta al poder autoritario mediante acciones cívicas y la no violencia.
Pero la oposición política de Nicaragua no está demostrando garra y voluntad para enfrentar al poder orteguista. Cabe aclarar que al hablar de oposición política no nos referimos a toda la gente que de una u otra manera adversa al régimen actual, sino a los partidos políticos, específicamente a la Alianza PLI comprendiendo dentro de esta al Movimiento Renovador Sandinista (MRS). Así como también nos referimos al PLC, pero siempre y cuando este pueda liberarse del caudillismo arnoldista que lo ha arrastrado a la penosa bancarrota política y moral en la que se encuentra actualmente.
A estas alturas del tiempo no se conoce cuál es la estrategia de la oposición política. Esta ni siquiera ha establecido públicamente una posición clara sobre los dos temas prioritarios en el corto y mediano plazo, los cuales son: primero, la elección de los magistrados y otros cargos superiores del Estado que deben ser nombrados por la Asamblea Nacional; y dos, la posición sobre las elecciones municipales que de acuerdo con la ley deben realizarse en noviembre de este año.
Cualquiera que sea la decisión que se considere más apropiada en estos casos, la oposición tiene que resolverla de cara a la población, pues si quiere convencer a la gente y dejar de ser oposición para reconquistar la democracia, tiene que comenzar por ser ella misma democrática. El secretismo en el manejo de las estrategias políticas es válido y necesario cuando la modalidad de lucha que se ha escogido es la conspiración, y por lo tanto hay que protegerse del espionaje oficialista. Pero la lucha de la oposición democrática de Nicaragua es pacífica y cívica, y por lo tanto se debe librar abiertamente y de cara a la población.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A