Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, impactado a su paso por el San Juan hacia su exilio en San José, acuñó “los pies descalzos de Nicaragua” refiriéndose al abandono en que los gobiernos nicaragüenses, pero especialmente los de Somoza, habían sumido a la frontera sur.
Desde el mojón dos en El Castillo hasta el último en Bahía de Salinas, el progreso evidente en los pueblos y caseríos costarricenses llevaban, y llevan hoy en día, a que los niños nicaragüenses crucen la frontera para recibir educación, escuchen emisoras de Costa Rica y que su cultura, su manera de pensar y hasta el acento de nuestros “hijos del río”, se acerque más a los costarricenses que a sus compatriotas de este lado de la guardarraya.
Hace un año, el doctor Mauricio Herdocia y yo coincidimos en la importancia de densificar los mojones para asegurar la defensa de la frontera y evitar conflagraciones. Pero, el amojonamiento no es suficiente ya que la parte del río que va desde la entrada del caño que desemboca en la laguna de Harbour Head, hasta el mojón número 2, constituye la parte móvil de una frontera determinada por la margen derecha del río que está sujeta a movimientos naturales de avulsión, agradación o aluvionamiento.
La ecología juega un papel preponderante en el conflicto. Hace 10 años me refería el doctor Alejandro Bolaños Geyer, y los mapas antiguos lo confirman, que en el delta del San Juan, antes de su parcial desembocadura en el Colorado había una isla llena de árboles de cedro real, caoba y pochote.
Esa isla la compró un anglo de apellido Leefe que decidió vender la madera y convertirla en pasto, y al despalar mató las raíces que sostenían fija la isla al fondo del río. Tras un invierno copioso, a la isla entera “se la llevó el río” y terminó de dificultar la desembocadura en San Juan del Norte.
Las obras costarricenses de drenaje que confío el doctor Carlos Argüello Gómez sabrá presentar ante la CIJ, se encargaron de completar esa faena que hace indispensable llevar a cabo nuestras obras de dragado que ahora finalmente cuentan con la venia de la Contraloría.
Es indispensable que los bosques tropicales vírgenes desde el mojón número dos hasta la desembocadura en el Caribe, no se desarrollen, ni en la margen izquierda se construyan escuelas, ni carreteras, ni se permitan comunidades rivereñas, para que el curso del río no se pueda desviar hacia el norte, manteniendo en esa parte, los “Pies Calzados” de Nicaragua.
A partir de la llegada de Oscar Arias, Costa Rica cambia el paradigma del país ecorresponsable que han sostenido las administraciones desde Figueres hasta Pacheco y comienza a anteponer sus intereses políticos o económicos particulares a los beneficios sociales para los costarricenses. La minería a cielo abierto con cianuro en Las Crucitas y la carretera paralela que ahora insisten en construir confirman ese cambio.
La presidente Chinchilla tendrá que responder ante Nicaragua, la CCJ, la CIJ y el mundo, por el salvaje daño ecológico causado por la barbárica carretera irresponsablemente construida en el área de amortiguación del San Juan, pero será ante su propio pueblo y su historia que tendrá que responder cuando la “cabeza calva” de Costa Rica, por efectos del despale, haga que la erosión mueva la margen derecha a la derecha, y con ello la raya fronteriza hacia el sur, tal vez hasta la mismísima barra del Colorado. El autor fue canciller de Nicaragua.
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