Wilder Pérez R.
Los campesinos venden su trigo al mejor postor, pero no hay subasta alguna, solo la necesidad de vender pronto.
Hay quienes sembraron dos manzanas y perdieron una. Su futuro es incierto.
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Nadie habla de ellos, pero la están pasando mal. Las lluvias continuas están dañando sus cultivos. En lo que va del año han perdido del 20 al 50 por ciento de sus siembros. No saben cómo harán para sobrevivir hasta mayo con lo que les queda.
Ellos son los campesinos de San Lorenzo, Boaco, uno de los 23 municipios más secos de Nicaragua.
Tan seco, que las condiciones climáticas son una de las tres principales razones por las que el 86 por ciento de sus habitantes rurales no satisface sus demandas alimenticias, según datos oficiales. Las otras dos son la falta de dinero y de tierras propias. Nada de eso les sobra a estos hombres de machete en mano, camisa a cuadros, gorra y botas de hule.
Por esas contradicciones de la vida, estos campesinos hoy no lamentan la falta de lluvia, sino el exceso.
“Viera, el trigo se nos está negreando, eso nadie lo compra, no llueve mucho, pero así pasa todo el día”, afirmó Martín Vanegas, bajo una brisa ligera pero constante en La Pintada, un caserío ubicado entre las comarcas Catarina y Las Lajas, a unos 80 kilómetros al noreste de Managua.
El color negro en el trigo es malo, porque significa que está podrido. “Ni los chanchos se lo quieren comer”, comentó Fidel Somoza.
Teófilo Somoza dijo que en los últimos años la manzana les daba entre 15 y 20 quintales, valorados en 200 córdobas cada uno. Este año no podrán lograrlo.
“El problema es que los chavalos ya van a clases, pagamos 500 córdobas por alquiler de la manzana, más el cerco, y con esto tenemos que aguantar varios meses”, aseguró Somoza.
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