Elízabeth Romero
La cifra de jóvenes es menor que la del año 2010, cuando fallecieron 53 jóvenes y 157 resultaron heridos en los barrios que monitorea el Ceprev.
Pese a la reducción de muertes, Zalaquett considera que aún persiste el grave problema del uso de armas de fuego en manos de jóvenes en los barrios, pese a las campañas de educación que la organización ha lanzado.
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Tiene 23 años, pero siente que ha vivido su vida peor que si hubiera ido a la guerra. Quien piensa y habla así es un exjefe de pandilla del barrio Milagro de Dios, a quien la violencia en que creció lo convirtió en un hombre capaz de matar por dinero.
“Fui sicario”, confiesa el expandillero ahora rehabilitado, quien primero agradece a Dios por rescatarlo de ese mundo y después al Centro de Prevención contra la Violencia (Ceprev), del cual ahora es promotor por la paz.
Creció sin padres. Su madre murió cuando él era niño. A los 12 ingresó a la pandillas y a los 17 años empezó el sicariato. Hace cuatro años salió de ese mundo bajo.
“Samuel” —nombre ficticio— evita hablar del monto que cobraba y del total de crímenes por encargo que perpetró.
La pandilla llevó al joven a integrar la “Red MS (Mara Salvatrucha)”, en Nicaragua. De ello, sostiene, solo le ha quedado el tatuaje en el pecho con las iniciales “MS”. Después que “Samuel” decidió dejar la vida de violencia que llevaba, fue sentenciado a muerte por sus ex compinches: “Me andaban buscando para matarme”.
Para ingresar a las maras fue a Honduras, donde como prueba debía resistir un ataque de puños y patadas. “Lo soporté”, asegura.
En ese entonces junto a él estaban alrededor de 130 jóvenes de distintos barrios de Managua, como el Jorge Dimitrov o el municipio de Ciudad Sandino.
“Samuel” es parco cuando habla de sus “obras”: solo acepta que cometió “muchos homicidios”, y “no sentía amor por nadie”.
En ocasiones anteriores las autoridades policiales han negado que en el país exista el sicariato. Pero “Samuel” afirma que gente de mucho dinero y figuras pública lo contrataron.
“Samuel” sostiene que quienes lo contrataban muchas veces estaban relacionados “con la droga o por quedarse con alguna herencia”.
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