Fabio Gadea Mantilla
Querida Nicaragua: Vivimos dos mundos totalmente diferentes. Todo depende de los medios de comunicación que leamos, oigamos o miremos.
El mundo mágico de la riqueza y la felicidad, donde todos viven en la abundancia, tienen casas, trabajo, educación de primera, atención esmerada en los hospitales, ciudad limpia sin basuras, y en fin, el reino de la felicidad, eso es lo que vemos en los canales 4, 6, 8, 13, y frecuentemente en el 10 y 63.
Es el mundo irreal del orteguismo, donde los ministros ocultan lo malo, no responden preguntas, ignoran los desfalcos.
El mundo de las Contralorías y Fiscalías mudas y sordas, llenas de funcionarios que solo esperan su cheque cada mes.
Es el mundo fantástico de la pareja gobernante, el mundo cristiano, socialista y solidario, que va de victoria en victoria atropellando todas las leyes del país, y preparando fraudes, escogiendo con el dedo a los nuevos alcaldes.
El otro mundo es el de los medios de comunicación independientes. LA PRENSA, El Nuevo Diario, los canales 2, 12, 14, los programas de Carlos Fernando Chamorro, los noticieros de Radio Corporación y las viñetas de las campañas cívicas características de la emisora.
Este es el otro mundo que vive Nicaragua. Un mundo donde impera una dictadura, sin leyes ni seguridad jurídica. Un mundo en el cual volvieron las confiscaciones y en cualquier momento el Gobierno decide apoderarse de cualquier bien ajeno.
Ese mundo en el cual los jueces fallan casi siempre a favor de la delincuencia y donde se aligeran los fallos mediante paga.
El mundo de los funcionarios de facto, comenzando por el ilegítimo mandatario, pasando por los magistrados del Consejo Electoral, del Poder Judicial, de la Contraloría, etcétera, etcétera.
El mundo de los grandes monopolios al amparo del Gobierno, el mundo sin las enojosas licitaciones y donde los socios de los gobernantes ejecutan todos los proyectos.
El mundo de los pobres empleados públicos llevados a las plazas bajo la amenaza del despido, para escuchar el monólogo del Gran Hermano.
El jueves pasado en la Avenida Bolívar observé un inusitado movimiento de policías en varias esquinas. Estaban ahí porque iba a pasar el comandante para un acto que se realizaría no sé si en la llamada Casa de los Pueblos o en campo abierto.
Cuando llegué al costado oriental del Palacio Nacional pude ver una larga fila. Parecían escolares, pero cuando pregunté me dijeron que eran empleados públicos y miembros de la Juventud Sandinista. Iban en fila india, como borregos de desfile.
Es decir que el Gobierno ni siquiera tiene la delicadeza de llevarlos en autobuses sino que los hace desfilar un gran trecho. Me acordé de los versos de nuestro Salomón de la Selva a la Independencia Nacional de Méjico: “La independencia fue para que hubiese pueblo y no mugrosa plebe, para que hubiesen hombres, no borregos de desfile”.
Para el Gobierno estas reuniones son manifestaciones voluntarias de un pueblo feliz.
Para nosotros son reuniones obligadas con empleados públicos temerosos de perder su empleo.
Son dos mundos totalmente distintos los que vivimos.
Así estaremos hasta que logremos forjar una verdadera democracia con libertad y dignidad para todos los ciudadanos.
El autor es director general de Radio Corporación
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