La nueva reforma fiscal que envió el ejecutivo a la Asamblea Nacional dista mucho de solucionar la tendencia alcista de los productos alimenticios, es un paliativo a los mismos y probablemente persiga más impactar en la psicología del consumidor que en el bolsillo de este. Pero lo realmente preocupante de esta propuesta es que encaja perfectamente con lo que parece ser una política de Estado, la cual consiste en diseñar las estrategias económicas basadas en los intereses de la clase dominante y no en el beneficio de los más pobres.
Lo que asoma de esta reforma es un mecanismo mediante el cual se exoneraría de impuestos a algunos oligopolios del sector alimenticio en nuestro país, con el fin de no afectar sus ganancias al mantener los precios al consumidor final. No hay apuesta por mejorar la eficiencia, es simplemente operar un subsidio fiscal sobre los costos de producción, solución que a todas luces es temporal y además deja claro que la negociación se hace en este nivel donde se sientan los intereses del capitalismo salvaje con los intereses del poder omnímodo autodenominado revolucionario.
Algunos me dirán que este es un buen camino que encontró el Gobierno para favorecer a los pobres, pero, ¿es realmente el interés de favorecer a los pobres lo que mueve a esta negociación?
La respuesta es NO.
Es aquí donde encontramos la segunda parte de esta agenda oculta. La verdadera razón por la que aplicaron este beneficio fiscal es para proteger a la joya de la corona de la nueva oligarquía pinolera: proteger la industria energética. Ya todos sabemos que bajo el dominio de los Ortega, en esta industria de precios controlados y beneficiaria principal del acuerdo petrolero con Venezuela, no se sacrifica un céntimo de ganancia, razón por la cual somos el país de Centroamérica que paga los más altos precios por sus combustibles y su energía. No es para tanto el cuento del pueblo presidente: al fin y al cabo negocios son negocios.
Si este subsidio fiscal se sustituyera por un subsidio financiado con los fondos Alba a los derivados del petróleo el alivio sería generalizado, y todos los nicaragüenses estaríamos beneficiados por esta medida. La industria podría mejorar su competitividad frente a los países de la región y garantizaría una mejor distribución de los beneficios de la ayuda venezolana entre toda la población. Hasta de campaña le serviría al Frente bajar los precios de la energía.
Ya lo decía el filósofo francés Alain de Benoist: “La izquierda aliada con el dinero ha impedido más que la derecha el advenimiento de la nueva sociedad que quería poner en marcha”. Estamos asistiendo a la metamorfosis de la izquierda en Nicaragua, donde aún negándose a abandonar su discurso en “pro” de los pobres, sí ha abandonado la aspiración de remover las causas de la pobreza. Se conforman con poner anestésico local a las amputaciones sociales provocadas por la asimetría en el ingreso. Cada día más se parecen al capitalista salvaje que decían combatir, no está largo el día en que miremos un edificio con un vistoso emblema que diga: grupo Ortega. El autor es diputado del PLI ante la Asamblea Nacional
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