En la nueva realidad política que se ha creado en Nicaragua después de las elecciones fraudulentas de noviembre pasado, mediante las cuales Daniel Ortega impuso su reelección inconstitucional y se adjudicó dos tercios de los diputados a la Asamblea Nacional, apenas se alcanza a ver dos expresiones de la quebrantada oposición nicaragüense.
Es cierto que la oposición en general está constituida por todas las personas naturales y los partidos políticos, organizaciones cívicas, instituciones sociales, medios de comunicación, etc., que optan por la libertad, la democracia representativa, el Estado de Derecho, los derechos humanos, la transparencia gubernamental; y por lo tanto se oponen expresamente al régimen del presidente inconstitucional Daniel Ortega.
Pero en sentido estricto y formal, la oposición está formada por las organizaciones políticas y sociales que por su naturaleza y funciones se dedican a la política de manera militante y regular; y en este caso nos referimos a la oposición parlamentaria, por un lado, que ejerce la Alianza PLI, y por otra parte a la oposición extraparlamentaria formada por los grupos cívicos que promueven la resistencia pacífica de la población.
En algunas ocasiones se ha mencionado como tercera oposición a la supuesta lucha armada liderada por los comandantes rebeldes José Gabriel Garmendia, alias “Yahob”, y Santos Guadalupe Joyas Borge, alias “Pablo Negro”, liquidados por el régimen orteguista mediante operativos que a todas luces fueron ejecuciones extrajudiciales expresamente prohibidas por la ley internacional. Pero ha sido tan confusa la información sobre los supuestos alzados en armas contra el régimen orteguista, que lo más que se podría decir al respecto es que todavía es muy incipiente esa rebeldía armada, la cual para el Ejército y la Policía es solo delincuencia común, como suelen llamar los gobiernos en general y las dictaduras en particular a todas las personas y grupos que se alzan en armas por razones políticas.
En realidad, a lo que por ahora y en el mediano plazo se podría considerar como tercera oposición, es al movimiento de protesta que ha surgido en las bases del mismo FSLN contra el procedimiento burocrático e impositivo que ha usado para nombrar a los candidatos oficialistas en las próximas elecciones municipales; y que más adelante podría ser por otros motivos.
Es una ley universal de la naturaleza y la sociedad que todo lo que sube inevitablemente tiene que bajar. De esta ley no escapan las organizaciones y los sistemas políticos, lo cual significa que tarde o temprano el régimen orteguista tendrá que caer o terminar, lo cual será posible en cuanto las fuerzas opositoras tengan la capacidad de organización y de movilización popular que se necesita para forzar una salida de la dictadura, sea por la vía electoral o mediante una solución de hecho. Y sin duda que la derrota del orteguismo será menos difícil y costosa, si de sus mismas entrañas —y aunque no sea por ideales democráticos sino por las ineludibles luchas intestinas por el poder— surge una tercera oposición que facilite la causa de los demócratas que luchan por un cambio total: de personas, de gobierno y de sistema.
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