Militares se toman las calles. Hay una rebelión contra el presidente, pero las cosas salen mal y los rebeldes se rinden. 1992, Venezuela.
El pasado fin de semana Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, celebró junto a otros presidentes del Alba los 20 años del fallido golpe de Estado que lideró su homólogo Hugo Chávez y lo calificó como “el inicio del proceso revolucionario” en Venezuela.
Pero en junio de 2009 Ortega no opinó lo mismo del golpe de Estado en Honduras, que llamó “proceso desestabilizador de la gobernabilidad democrática”. Fue solidario con su amigo Manuel Zelaya.
“Ortega felicita a Chávez porque lo ve como el rey Midas, pero esta dependencia no es un buen presagio. Él (Chávez) va comprando socios para empujar un proyecto más retórico que real”, afirma Mauricio Díaz, exdiplomático.
Venezuela y Nicaragua encabezaban las críticas y propuestas para que la Organización de Estados Americanos desaparezca por ser “un instrumento de la política norteamericana para intervenir en nuestros pueblos”, dijo el mismo Ortega en el 2009. Pero luego del golpe de Estado en Honduras solicitaron la intervención de la OEA, para luego aplaudir su desempeño.
Una relación amor-odio a conveniencia, como la calificaría el excanciller Norman Caldera.
“La OEA, que ha hecho un papel deplorable, actuó beligerante en el caso de Honduras y no ha hecho mayor pronunciamiento respecto a los resultados electorales en Nicaragua”, critica.
El expresidente de la Asamblea, Cairo Manuel López, cree que el doble rasero de la política de Ortega se presta al juego de discursos.
“Ayuda” venezolana bajo condiciones
En noviembre de 2011 las dudas sobre los términos de la ayuda venezolana quedaron disipadas.
Rafael Ramírez, ministro de Energía de Venezuela y presidente de Petróleos de Venezuela (PDVSA), dijo que la cooperación venezolana continuaría únicamente si Daniel Ortega era reelecto como presidente de Nicaragua en las elecciones de 2011.
“Lo repito: para que haya Petrocaribe y haya Alba tiene que haber revolución: así como tiene que haber revolución bolivariana, tiene que haber revolución sandinista”, fueron las palabras de Ramírez.
Sin embargo, antes y después de esas declaraciones, Daniel Ortega ha seguido calificando la cooperación venezolana como “incondicional” , mientras fustiga los reclamos por gobernabilidad que le hacen los cooperantes tradicionales.
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