Este 14 de febrero, además de ser una fecha para expresar amistad y amor, los matagalpinos tenemos un motivo muy especial que celebrar: 150 años de haber sido elevada a la categoría de ciudad nuestra “Perla del Septentrión”.
Acerca de su nombre, muchos historiadores coinciden que procede del náhuatl, pero hay diversas opiniones sobre su significado, destacándose: “Las casas de redes”, “en las diez casas”, “tierra de honderos”, “lugar donde abundan los cerros”, “vamos a las piedras”, entre otros.
En sus inicios la ciudad fue conformada por tres pueblos indígenas: Pueblo Grande (o Matagalpa); Solingalpa y Molagüina. Este pueblo indio, invadido por los españoles durante el período del descubrimiento y conquista, se caracterizaba por su gran conocimiento en el cultivo de: maíz, plátanos, cacao, frijoles, y algodón con cuyas fibras elaboraban sus propias telas, también, se destacaba por ser: aguerrido, rebelde y valiente, al enfrentar cualquier tipo de dominación. Se dice, que el indígena de esta región fue el más rebelde de toda Nicaragua, manteniendo por siglos esa rebeldía a los conquistadores; incluso después de la independencia, resistiéndose siempre a todo aquello que alterara su convivencia fraterna, libre y de armonía con la naturaleza.
El historiador Eddy Kühl Arauz, señala que parte de las tropas de indios matagalpa, junto al Ejército del septentrión se sumaron a las fuerzas del general José Dolores Estrada en la batalla de San Jacinto y cuya participación fue determinante en la victoria contra los filibusteros. No en vano, hace unos años las autoridades del Instituto de Cultura, del Ejército, la comunidad indígena y la Alcaldía de Matagalpa en un acto solemne destacaron y reivindicaron la participación de los indios flecheros de Matagalpa en esta gesta heroica.
Matagalpa, con una ubicación privilegiada, clima agradable, gente amable, trabajadora, emprendedora, así como construcciones que se van adecuando ingeniosamente a su superficie, es una de las ciudades más hermosas del país, capaz de seducir con su belleza, a quienes la visitan o que simplemente están de paso, con el riesgo de quedar atrapados ante sus encantos como sucedió con cientos de inmigrantes que llegaron de otras latitudes y se asentaron en estas tierras trayendo consigo su cultura, construcción de beneficios de café, modernización del transporte, y otros grandes avances tecnológicos de la época. Hoy en día, es una de las ciudades más pobladas del país, con un gran empuje agrícola y comercial que le ha permitido ganarse también el calificativo de “capital de la producción” del norte. Cuna además de grandes personalidades que son motivo de orgullo nacional y mundial.
En definitiva los matagalpinos hemos aprendido a querer a esta “perla”, cuando estamos cerca y a extrañarla cuando hemos emigrado hacia otras tierras, desbordando en sentimientos nostálgicos por los tamales pisque, las güirilas, los marquesotes, el atol de maíz, los gofios, la cusnaca, los pejibayes… las fiestas en la calle central, sentarnos en las bancas de los parques Darío, Morazán o de los Monos, o escuchar una tonada de mazurca segoviana, polka, o jamaquello. Y que hoy se prepara para celebrar sus 150 años bajo la eterna mirada de su legendario e imponente cerro Apante, eterno vigilante de su vida y su historia. El autor es periodista
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