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José Esteban González-Rappaccioli

Lucha permanente pro derechos humanos

Hace 45 años Jenny Lernoux, periodista de la prestigiosa revista norteamericana Newsweek , pidió conversar con los dirigentes del Partido Social Cristiano. La recibimos Eduardo Rivas Gasteazoro, fundador del PSC; Róger Miranda Gómez, presidente nacional, y yo, entonces secretario general. La periodista Lernoux, no se anduvo con rodeos: ¿Hay en Nicaragua violaciones graves de los derechos humanos? —preguntó— ¿Pueden mencionarme algunos casos? Sin titubear, nuestra respuesta fue afirmativa. Mencionamos el caso de Lidia Maradiaga, mártir del sindicalismo cristiano, asesinada atrozmente por esbirros somocistas, en abril de 1966, en Santa Rosa del Peñón. Recordamos la ejecución sumaria de Adolfo Báez Bone y sus compañeros en abril de 1954, fusilados en presencia del propio “Tachito”, en la finca El Pochotón, propiedad de mi madre. Evocamos el dramático caso del joven cadete David Tejada Peralta, asesinado por el capitán Óscar Morales, el temible “Moralitos”, quien arrojó su cadáver al cráter del volcán Santiago, y a algunos otros.

A raíz de esta conversación, comprendí la importancia y urgencia de establecer una oficina donde las víctimas de violaciones de sus derechos fundamentales pudieran obtener orientación y ayuda, donde se conservase la documentación pertinente a disposición de periodistas nacionales y extranjeros y sirviera de enlace con organizaciones humanitarias internacionales. Así nació la idea de crear una comisión de derechos humanos sin limitaciones ni exclusiones de carácter partidista o religioso.

En las semanas siguientes, me dediqué a visitar a personas representativas de todos los ámbitos sociales, profesionales y políticos, incluyendo a jóvenes universitarios, militantes y dirigentes sindicales, para escuchar su criterio e invitarlos a formar parte de la proyectada comisión. Finalmente, el 20 de abril de 1977, en el auditorio Culturama (donde actualmente funciona la Lotería Nacional), 42 personas suscribimos el Acta Constitutiva. Por lo tanto, el próximo 20 de abril la CPDH estará celebrando su cuadragésimo quinto aniversario. Una de nuestras primeras tareas fue organizar filiales departamentales. En todas partes fuimos acogidos con manifiesta simpatía, sobrando personas valiosas que se integraron de lleno en nuestro trabajo, conscientes de los enormes riesgos que correrían, tanto bajo la dictadura somocista como, más tarde, durante “la noche oscura”. Durante todos estos años han surgido, en buena hora, otras instituciones de derechos humanos. Nunca nos imaginamos, sin embargo, que el calvario del pueblo de Nicaragua se prolongaría —como ha sido el caso— de manera a exigir que la CPDH y demás organizaciones humanitarias tuviesen que mantener un trabajo intenso hasta el día de hoy, viviendo prácticamente en emergencia permanente.

Al echar una mirada retrospectiva, recuerdo con emoción a todas aquellas personas a las que tuve el privilegio de escuchar y servir, apoyado por valiosos profesionales, mientras fui coordinador nacional de la CPDH. A algunas de esas personas me tocó rescatarlas —literalmente— de las manos de sus inicuos perseguidores o acompañarlas a desenterrar cadáveres de sus seres queridos de fosas comunes, cuyo inventario está por concluir. Pienso, igualmente, con respeto y agradecimiento en todos los directivos y funcionarios de la CPDH, particularmente en mi valiente sucesora Marta Patricia Baltodano, seguida de Lino Hernández, así como del primer presidente, profesor Ricardo Paiz Castillo, y en los directivos y funcionarios actuales, principalmente don Nicolás Bolaños y licenciado Marcos Carmona, presidente y secretario ejecutivo, respectivamente, quienes desempeñan sus funciones con notable dignidad y entrega. El autor es fundador de la CPDH y presidente nacional del PSC.

Opinión
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