Nadie parece escarmentar políticamente en este país. En las pasadas elecciones una oposición fragmentada fue presa fácil de la voracidad frentista. Dos meses después esa lección parece olvidada y en vez de unirse la oposición está más dividida que antes. En lugar de aglutinarse en una sola fuerza los grupos que se autollaman opositores se han reproducido como enloquecidos conejos en celo.
A diario surgen denominaciones opositoras que parecen ajustarse a un variado menú: hay vegetarianos, dietéticos, los soperos, los que consumen carnes desde rojas hasta requemadas, los cerdívoros, los verduleros y los pinceros, que escogen más que lo que comen. Hay comelones a reventar y famélicos que hasta espantan. La lista crece a diario pero la aceptación popular, decepcionada y harta de tantos grupos, subgrupos y minigrupos, está reducida a cero. Parece que la única meta que se han impuesto estas agrupaciones es salir a toda costa en los medios de comunicación aunque sea mediante propuestas absurdas e inviables en lo que parece ser un concurso para hacer los planteamientos más extravagantes.
Todo es mediático, melodramático, estrafalario, nada es serio mucho menos estratégico y sobre todo nadie parece pensar en este desventurado país. Ahora se ha agregado un elemento adicional a esta especie de circo: camisas uniformadas como boy scouts, camisetas de vivos colores o chaquetines con siglas que tienen abundantes bolsas y escondrijos donde supuestamente guardan cámaras, grabadoras, telescopios, brújulas, memorias, libretas, peines, blackberrys, varios lapiceros y otros accesorios. Es una suerte de ridícula parafernalia. Estas pequeñas fuerzas dispares tienen el denominador común de que siguen a las cámaras con no disimulado frenesí. Hablan de las elecciones municipales y de candidaturas como que si aquí el corrupto CSE fuera un coro de ángeles incapaz de birlarse un voto. Proponen a diestra y siniestra, muchas veces inconsultamente, candidatos a magistrados de los distintos poderes del Estado ignorando que el gran elector será la Asamblea Nacional donde la mayoría frentista reelegirá a los mismos magistrados que nos han recetado dos fraudes al hilo.
Ya no piden la cabeza del más prístino, transparente y probo de los funcionarios públicos de los últimos cien años como lo es el presidente del CSE, sino que ahora se conforman con lograr un trozo del filete de las magistraturas. El colmo es que el oficialismo ya dejó claro que no habrá reformas a la Ley Electoral de manera que cualquiera que asista a las elecciones municipales estará out desde el inicio del juego. Los candidatos asistirán de inicio con cuatro puñales en la espalda, dardos envenenados en las extremidades inferiores, balazos y flechas en los brazos y uno que otro adoquinazo en la cabeza para suavizarla un poco. Una elección digna de locos, trasnochados o amantes del masoquismo.
Parece que la comunidad internacional que presiona por democracia y elecciones libres tiene más arrestos que las organizaciones locales. Hasta dónde hemos llegado que desde afuera nos defienden más de lo que nos defendemos adentro. En vez de seguir con este vergonzoso carnaval que solo beneficia a la monarquía estos grupos deberían de guardar sus disfraces, luces, reflectores, maquillaje, telas multicolores y sepultar toneladas de narcisismo y egocentrismo político. Hay que aprestarse a constituir una oposición única, seria, responsable, bien organizada, con garra, con programas, con estrategia, con espíritu de triunfo y de sacrificio, de lo contrario tendremos orteguismo para secula seculorum. El autor es dirigente histórico socialcristiano
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A
