MONTEVIDEO/AFP
Los 355 presos que murieron en sus celdas calcinados o asfixiados por el humo del incendio en el penal de Comayagua, en Honduras, son el testimonio más cruel de la tragedia que viven los reos en las cárceles de América Latina.
El narcotráfico en la región ha superpoblado las cárceles en las últimas tres décadas, transformando al hacinamiento y la violencia de los copresidiarios o de guardianes, en el mal común de las prisiones de la región, según analistas.
“La crisis de Honduras es estructural. La cárcel es una muestra de la impunidad, corrupción e ineficiencia del sistema. Se hace urgente designar a veedores internacionales para asegurar justicia”, estimó Lucía Dammert, socióloga y experta en temas de seguridad.
En 2004, un centenar de reos murieron calcinados en la cárcel de San Pedro de Sula, la ciudad más violenta de Honduras, debido a problemas estructurales de la prisión.
Las prisiones de Chile registran superpoblaciones de 50, 70 y hasta 200 por ciento, según el gobierno de 2010. Fue precisamente Chile donde se vivió el antecedente más cercano a la tragedia de Honduras, cuando, el 8 de diciembre de 2010, 81 reos murieron en un incendio que se inició de madrugada en la cárcel San Miguel de Santiago, originado intencionalmente en medio de una riña entre internos.
82 homicidios por cada cien mil habitantes se registran en este país según la ONU, el récord mundial en tasa de homicidios.
24,400 reos albergan los 19 centros penitenciarios en El Salvador, hasta enero de este año, cuando su capacidad es de 8,100, según la Dirección General de Centros Penales (DGCP).
50,000 presos están en las cárceles de Venezuela, que tienen una capacidad para catorce mil reclusos, según el gobierno.
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SITUACIÓN ACUCIANTE EN CA
Guatemala presenta gran similitud con el caso penitenciario de Honduras, afirma Carmen Ibarra, de la ONG Movimiento Pro Justicia. “Las situaciones son tan precarias que cualquier cosa puede pasar”, señaló. Según Ibarra, unas 1,500 personas se encuentran detenidas en las prisiones guatemaltecas, pese a que ya cumplieron su condena.
“El sistema carcelario está en crisis en toda la región(…), en todos los casos con altos niveles de hacinamiento, bajísimos niveles de inversión pública y casi nulas políticas de reinserción de los reclusos”, explica Dammert.
En su trabajo La cárcel: problemas y desafíos para las Américas, Dammert y Lina Zúñiga, socióloga de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Santiago de Chile, cuestionan la validez de una institución que hace muy difícil la labor de rehabilitación y reinserción.
En Brasil, el sistema penitenciario vive también el problema de hacinamiento y el de falta de inversión, que fomenta la presencia de organizaciones criminales que imponen su ley en prisiones deterioradas, insalubres y con administraciones corruptas.
Dammert aboga en su trabajo por soluciones alternativas a la encarcelación, como la libertad vigilada para autores de delitos menos graves o no violentos, trabajos comunitarios o brazaletes electrónicos. Si no, advierte, los delincuentes corren el riesgo de salir de prisión siendo más profesionales que cuando entraron.
“Las cárceles se han convertido en verdaderas universidades del delito“, sentenció.
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