Por: Amalia del Cid y Arlen Cerda
Hacinamiento, mala infraestructura y cableado viejo no combinan bien; pero se les encuentra juntos en las cárceles de Nicaragua. Por eso y porque no cuenta con un plan de contingencia, nuestro sistema carcelario no está preparado para enfrentar una emergencia como la que ocurrió en Honduras la semana pasada, analiza Roberto Orozco, del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (Ieepp).
Entre el martes y el miércoles, un incendio consumió parte de la cárcel hondureña de Comayagua y dejó al menos 358 reos muertos.
“Habría que ver si realmente nuestras cárceles están mejor que las de Honduras, pero creemos que no son tan seguras como la Policía pretende”, dice Orozco, haciendo referencia a las declaraciones del comisionado Francisco Díaz, subdirector de la Policía Nacional, quien hace cuatro días aseguró que hay seguridad en nuestras cárceles.
“Yo no sé a qué concepto de seguridad se refiere, porque un sistema con seguridad debe tener condiciones básicas para que los privados de libertad gocen de sus derechos y que también estén a favor de los funcionarios que custodian”, señala por su parte Gonzalo Carrión, abogado del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).
A juicio de Carrión, seguridad es más que tener un encierro del que nadie sale, se trata más bien de que los reos puedan tener salud, buena alimentación y atención médica, a fin de evitar los intentos de amotinamiento como los que ya ha habido.
Hoy por hoy, hay condenados y procesados revueltos en las celdas preventivas, pues las capacidades del sistema penitenciario están extralimitadas, apunta Orozco.
Mientras, en las cárceles está amenazante el riesgo de los cables y las cocinas eléctricas en que los reos mal preparan sus alimentos.
Ver en la versión impresa las páginas: 3 A