Zancudo. Además de a ese pequeño insecto volador chupa sangre, el Diccionario del Español de Nicaragua, de Francisco Arellano Oviedo, explica que “zancudo” se refiere a un “diputado conservador surgido en las elecciones de 1957”.
En un editorial de 1962, Pedro Joaquín Chamorro, director Mártir de LA PRENSA, explicó que el zancudismo era “un grupo que se creó precisamente en el año 1956, para lograr la continuación de la familia Somoza en el poder, a través de unas elecciones amañadas y vergonzosas”.
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Una facción minoritaria se desprende de su núcleo. Acepta jugar bajo trampas para que su contraparte gane y los premie. La jugada sale a la perfección. Todos felices.
En Nicaragua este parece ser un juego contagioso o heredado que según especialistas es preferido en la clase política: el zancudismo.
“Son partidos sin representación social, que andan detrás de prebendas, a cambio de mantenerse vivos y participar en las elecciones”, sostiene el sociólogo y analista político Oscar René Vargas.
“Esto es viejo, desde que los conservadores no participaron en las elecciones de 1936, cuando ganó Somoza García. Se han venido arrastrando, por eso tenemos una clase política atrasada”, señala.
Cirilo Otero, también sociólogo, avizora un próximo escenario electoral negativo para Nicaragua. La misma trama y diferentes actores.
“El zancudismo en Nicaragua está en temporada, todos buscan la manera de hacer pactos bajo la mesa para no quedar fuera. Eso quita la posibilidad a la población de tener control y hacer valer su voto”, dice.
Para Otero, la política nacional tiene un nicho de zancudos, pero también a ellos les ha llegado su manotazo. “El caso más dramático es el del PLC, (que) después de estar en el pacto ha quedado reducido y sin fuerzas”, sentencia.
Actualmente, la personalidad jurídica de cuatro de los 18 partidos políticos que serían convocados para las elecciones municipales es cuestionada porque ninguno ha logrado el mínimo de votos válidos en las últimas elecciones.
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