BOGOTÁ/EFE
En el décimo aniversario del fin del fallido proceso de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC, sus protagonistas revisaron las lecciones aprendidas y condicionaron un eventual diálogo a que la guerrilla muestre voluntad de acabar la violencia.
El presidente colombiano que gestionó el proceso durante más de tres años, Andrés Pastrana (1998-2002), admitió ayer el fracaso que supuso haber concedido a la guerrilla una llamada “zona de despeje” militar de casi 43,000 kilómetros cuadrados en el Caguán, que abarcaba parte de los departamentos del Meta y del Caquetá.
Al romper el proceso, Pastrana le reclamó a “Tirofijo” o “Manuel Marulanda”, alias de Pedro Antonio Marín, fundador de las FARC y fallecido en 2008, haber convertido el área neutral en “una guarida de secuestradores, en laboratorio de drogas ilícitas, en un depósito de armas, dinamita y vehículos robados”.
La gota que derramó el vaso fue el secuestro del entonces congresista Eduardo Gechem, tomado cautivo luego de que las FARC desviaran un avión comercial y lo hicieran aterrizar en una carretera del Huila, el 20 de febrero de 2002, hace diez años.
El aniversario se registra unos días después de que el presidente Juan Manuel Santos cerrara las puertas a un eventual acuerdo de paz, como consecuencia de una escalada de atentados que el Gobierno atribuyó a las FARC a principios de mes y dejó una veintena de muertos.
Aunque Colombia también habría de negociar con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que ayer propuso al Gobierno “una tregua bilateral, en el marco de una mesa de diálogo”.
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