Wilfredo Montalván
Que Arnoldo Alemán ante el temor de caer preso por latrocinio —que es lo que merecía— le haya pavimentado el camino a Daniel Ortega para instalar su nueva dictadura; que este último valiéndose de maquiavelismos a ultranza se haya apoderado de todos los poderes del Estado y que además, haya cometido un monstruoso fraude para seguir aparentando que nos representa a los nicaragüenses; que todo esto haya ocurrido a contrapelo de la voluntad mayoritaria de nuestro pueblo, todo eso no faculta al señor Ortega para firmar en nombre de Nicaragua un documento, como lo hizo recientemente en Venezuela, en el que se solidariza con el sanguinario tirano de Siria, Bashar Al Assad, que está siendo acusado por la comunidad internacional de estar perpetrando un genocidio en contra de su propio pueblo, que desesperadamente se ha lanzado a las calles demandando justicia y libertad.
En el documento de marras se habla de la necesaria autodeterminación del pueblo sirio y de que ellos son únicamente quienes deben solucionar su problemática. Expresan esto los firmantes del mamarracho —entre ellos el señor Ortega— a sabiendas de que el heroico pueblo de Siria, en consonancia con la Primavera Árabe, tiene 11 largos meses de estar soportando el bombardeo de la población civil con el saldo de más de seis mil muertos, incluyendo ancianos, mujeres y niños.
Escuelas, hospitales, refugios y barrios enteros han sido totalmente arrasados por la furia del tirano en su desesperado intento por mantenerse en el poder. ¿En esta la “autodeterminación” que defienden en Caracas, los acólitos de Hugo Chávez, como Daniel Ortega?
El veto en el Consejo de Seguridad de la ONU de China y Rusia ante la propuesta de la Liga Árabe no nos sorprende, ya que esto obedece a los intereses creados de sus respectivos países. Basta decir que Rusia es el principal suplidor de armas al sátrapa de Siria y que China recibe el 30 por ciento de sus importaciones de petróleo de la convulsionada nación. Pero que países como Nicaragua que están desesperadamente necesitados de la inversión extranjera; que para sacudirse el yugo de la dinastía somocista necesariamente tuvo que contarse con la solidaridad internacional; que en su Constitución se proclama nuestra solidaridad con los pueblos oprimidos del mundo, ¿cómo es posible que aparezca el usurpador firmando en su representación semejante adefesio? ¿Acaso ya se olvidó, como tantas cosas, el señor Ortega que para poder derrotar a la dictadura somocista los nicaragüenses tuvimos que recurrir a la OEA, a la Internacional Socialista y a otros gobiernos amigos, que creyendo en las promesas democráticas del FSLN nos embarcaron en otra dictadura igual o peor que la anterior? ¿Acaso, lo que es bueno para el ganso no es bueno para la gansa? ¿Por qué, ahora el señor Ortega asume esa actitud que contradice su pasado?
Si el señor Ortega quiere expresar su solidaridad con tiranos como Saddam Hussein, Muammar Gadafi o Bashar al Assad, bien puede hacerlo pero en nombre de su partido, el FSLN (que con su pan se lo coman) pero no de Nicaragua, ya que todo el mundo sabe que su gobierno es ilegal y carente de legitimidad para andar representándonos en el extranjero. Y a propósito de esto se nos ocurre preguntar: ¿Qué están haciendo los llamados partidos políticos de oposición y las organizaciones de la sociedad civil para poner coto a estos desaguisados del señor Ortega? ¿Cuántos millones de dólares está perdiendo Nicaragua en ayudas o inversiones extranjeras para combatir la pobreza por ese contubernio del señor Ortega con los enemigos de la democracia y la libertad? El pueblo de Nicaragua tiene la palabra.
El autor es Secretario General de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).
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