El diputado eurosocialista Luis Yáñez-Barnuevo, presidente de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea (MOE-UE), presentó ayer su informe final sobre las elecciones nacionales del 6 de noviembre.
Como se esperaba, la MOE-UE ha ratificado en su informe el señalamiento de las graves y múltiples anomalías y arbitrariedades que se cometieron en los comicios, y aunque no utiliza la palabra fraude, es obvio que el énfasis en la opacidad y falta de transparencia en las elecciones es una manera diplomática de decir que los comicios de noviembre fueron fraudulentos, como los ha denunciado la oposición y por lo cual esta no reconoce sus resultados.
En el país se ha criticado a la oposición por no haber respaldado su denuncia de fraude con pruebas documentales, como sí lo hizo cuando las elecciones municipales fraudulentas de 2008. Además, algunas personalidades del sector democrático del país han admitido que Ortega ganó las elecciones (independientemente de que su candidatura fuese inconstitucional y por lo tanto ilegítima), y que si hubo fraude fue solo para aumentar la cantidad de diputados del FSLN, aunque esto tampoco se ha podido demostrar con pruebas concretas.
Pero es que los autores del fraude electoral de noviembre pasado no dejaron pruebas de su felonía, pues corrigieron cuidadosamente el error de haber dejado evidencias documentales cuando el fraude en las municipales de 2008. Sin embargo, la acción fraudulenta del 6 de noviembre de 2011 fue tan evidente que precisamente la falta de pruebas es la mejor prueba del fraude, como lo dijera el expresidente Enrique Bolaños el lunes de esta semana en un programa de entrevistas de la cadena estadounidense de televisión CNN en español.
Según la definición jurídica de Guillermo Cabanellas, el crimen perfecto es “en general, el no descubierto por la justicia. Más concretamente, el concebido y ejecutado con tal arte, que no permite identificar al autor”. De modo que el fraude electoral del 6 de noviembre fue un crimen perfecto. Todos los nicaragüenses, partidarios o adversarios del orteguismo, los diplomáticos y representantes de organismos internacionales en Nicaragua y sobre todo los observadores electorales de la OEA y la Unión Europea, están claros de que las elecciones del 6 de noviembre fueron fraudulentas, conocen a los autores y cómplices del fraude, vieron el cuerpo del delito, saben a quién benefició y quién fue la víctima del fraude; pero nadie tiene pruebas del fraude porque fue ejecutado con el “arte” malvado del crimen perfecto.
Sin embargo, la gran cantidad de graves irregularidades y anomalías que fueron comprobadas por la MOE-UE, y mencionadas en sus informes preliminar y final, constituyen base suficiente para sostener la denuncia del fraude y para no reconocer legitimidad al régimen actual. Lo mismo que para demandar que al menos se reforme el sistema electoral y se renueve el Consejo Supremo Electoral con personas idóneas, que permitan confiar nuevamente en que por medio de elecciones y de manera cívica y pacífica se puede cambiar a los gobernantes.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A