Fernando Centeno Chiong
Un pequeño ganadero me relató que gestionó un préstamo ante un banco que le permitiría aumentar su hato aprovechando la mejoría en el precio de la carne.
Han pasado varios meses, y aún no le han respondido porque tiene que llenar una serie de requisitos y la tasa de interés le pareció excesiva, más del doce por ciento anual, más la comisión.
Solicitó un préstamo para un vehículo, y rápidamente le dijeron: “No hay problema”. Una tasa de interés del siete por ciento, sin fiador y se lo resolvemos en 24 horas.
Mi sugerencia fue ¿por qué no solicitas entonces un crédito para un carro nuevo y lo cambias por ganado? Es simple. Un interés más bajo, una entrega más expedita. No hay que hipotecar la finca, no hay que prendar el ganado, ni que un evaluador llegue a tu propiedad a comprobar lo que tenés, ni revisar tu contabilidad, etc.
Asunto resuelto… ¿no creen?Esto es un ejemplo de las paradojas en este país, donde es más fácil y rápido comprar un vehículo nuevo, que invertir en producción.
Por eso estamos como estamos.
Otro incomprensible fue, que el inicio de clases, las compañías emisoras de tarjetas de crédito anunciaron una rebaja del 20 por ciento por la compra de útiles escolares, medida donde hay que reconocer su bondad y efectividad.
Días después, estas mismas compañías ofrecían un descuento del 50 por ciento por consumo en todos los restaurantes con motivo del día del amor.
Entonces, ¿es más productivo para este país divertirse y comer en un restaurante que comprar libros y cuadernos escolares?
Estos ejemplos son parte de lo inexplicable de un país que se debate entre lo ridículo y lo dramático y no solo por actitudes del sector privado, sino del Gobierno.
Basta revisar el Presupuesto General de la República del 2012 para observar que el monto a las universidades estatales es casi la mitad del asignado al Ministerio de Educación, que atiende las modalidades de preescolar, primaria, secundaria técnica y normal, con un número de estudiantes que sobrepasa más de quince veces el número de los universitarios de los centros públicos.
El presupuesto asignado al Consejo Supremo Electoral, cuya credibilidad está por el suelo nacional e internacionalmente y que se ha dado el lujo de dos fraudes consecutivos, tiene casi el mismo monto que el Ministerio de Agricultura y Ganadería, en un país donde se supone esta es la base de su economía.
El Ministerio de Defensa tiene mil quinientos millones de córdobas o sea el triple de lo asignado al Ministerio de la Familia, en un gobierno que se autollama socialista, cristiano y solidario… ¿con quién? ¿Con los niños de la calle, las mujeres agredidas, los niños sin padres responsables, las guarderías carentes de todo? O es que acaso estamos en guerra con algún país, o nos estamos preparando para una eventual?.
¿No es una contradicción que mientras se invierten millones de dólares en el extranjero en promoción de la inversión en el ramo turístico, un procurador de un plumazo arrebate una propiedad a sus dueños para entregársela a un controversial funcionario que alega “que este Gobierno no le ha dado nada”?
Sobran los ejemplos, pero me quedo con la historia de mi amigo.
Creo que en vez de enjaranarse para invertir en la producción ganadera se va a comprar un carro nuevo. ¿Alguien quiere cambiarlo por unas vacas?
El autor es periodista y escritor.
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