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“Desde que me fui a estudiar a Luisiana supe que regresaría. La vida allá es bonita, pero yo amo mi Nicaragua. Vivo enamorada de mi país, del clima, de la gente y la comida”.

Vanessa Morales

Dueña de una menuda y armoniosa figura que a sus 30 años refleja una apariencia de una joven mucho menor, y que con tan solo 98 libras oculta que ha sido madre en dos ocasiones, la más reciente hace cinco meses.

Auxiliadora Rosales. 

Fotos: Alfredo Zúniga

Dueña de una menuda y armoniosa figura que a sus 30 años refleja una apariencia de una joven mucho menor, y que con tan solo 98 libras oculta que ha sido madre en dos ocasiones, la más reciente hace cinco meses. Una verdadera envidia para muchas mujeres que tienen que luchar con el peso, pero que a Vanessa Alejandra Morales López eso no le quita el sueño.

Ella es mucho más que una linda figura. Es una mujer de éxito que siempre da lo mejor de sí y   que durante sus años de estudiante se preocupó por ser la mejor de su aula, tanto que se graduó con honores en la Universidad Estatal de Luisiana (LSU, por sus siglas en inglés), en Baton Rouge, Luisiana,  Estados Unidos.

Al finalizar la secundaria en el Colegio Americano, de Managua, sus méritos académicos le permitieron optar a una beca en el LSU, donde se graduó como administradora de empresas. La carrera que finalizaría en cuatro años y medio la concluyó en tres años. “Lo que pasa es que añoraba mi país y hubo un momento en que me agarró sofoque por venirme, por eso tomaba más clases de lo normal.  Desde que me fui supe que regresaría. La vida allá es bonita, pero yo amo mi Nicaragua. Vivo enamorada de mi país, del clima, de la gente y la comida”, expresa con orgullo.

Vanessa cuenta que para cumplir con éxito la universidad le fue de mucha utilidad la disciplina, que toda la vida recibió de parte de sus padres.

“De niña me recuerdo muy delgadita, con frenillos y anteojos. Fui una excelente estudiante porque mis padres fueron muy exigentes, ya que ellos fueron los mejores alumnos en su época y me inculcaron disciplina en el estudio.   Desde muy pequeña mi mamá se ponía a estudiar conmigo sin importar la hora y eso me ayudó a ser muy responsable. Yo no podía sacar un 90 o un 92 porque de lo contrario me castigaba y me decía que por qué no había llegado al 100”.

Debido a que fue tan buena estudiante logró una beca para estudiar en LSU. “Estudié igual bajo la exigencia de mi mamá, le pasaba las notas igualito como en la secundaria, pero aprendí a ser muy independiente porque allá, paralelo a mis estudios, trabajé dentro de la misma universidad. Mi formación permitió que el cambio a esa universidad no fuera drástico y me dio los elementos para ser una persona extrovertida, asertiva, segura de mí misma, persuasiva y dedicada en todo lo que hago” .
Al regresar a Nicaragua  su primer trabajo fue en atención al cliente en un banco de Managua. “Era detrás del mostrador atendiendo personas, con información súper básica ganando poquito, pero logré comprar mi primer carro. De esa primera experiencia puedo decir que no importa si estás  detrás de un mostrador, lo importante es hacer las cosas lo mejor que uno   pueda. No importan las circunstancias, hay que ver todo con optimismo”.

EN GRUPO ROBLE

Actualmente, Vanessa Morales se desempeña  como gerente de Mercadeo y Comercialización de Grupo Roble Nicaragua, empresa para la cual labora desde hace cinco años.
“Me encanta lo que hago porque es un trabajo en el cual he establecido excelentes relaciones con mis clientes. Mi meta es que Metrocentro siga siendo líder como centro comercial. Sé que eso tiene que ver con muchas personas, pero yo lo siento como algo personal y quisiera permanecer ahí por muchos años más. Es una empresa que me ha dejado aprender y cometer errores y también crecer. Tengo excelentes relaciones con mis homólogas de la región y siempre estamos en constante capacitación”.

SÓLIDO MATRIMONIO

Aunque Vanessa se declara vanidosa y  que le encanta cuidar su imagen, afirma que por el momento no ha tenido que recurrir a ningún tipo de cirugía plástica. “Yo no puedo andar ni siquiera con las uñas desarregladas, pero tampoco he tenido que recurrir a la cirugía plástica, aunque no las descarto. Si con el paso del tiempo veo que se me está cayendo el ojo y  me lo quiero levantar, me lo levanto,  tampoco opino por cosas drásticas. Personalmente, no estoy en contra de esto,  aunque a mí me da miedo la anestesia. Por lo demás, lo que la gente se haga para sentirse mejor  que se lo hagan”.

Vanessa se casó a los 25 años con David Silva y llevan siete años  de matrimonio. “En los primeros años de casados aprovechamos para viajar. Ahora que tenemos dos hijas nos encanta hacer actividades en la casa con nuestros  amigos o bien con la familia.
Como padres, queremos darle mucha seguridad a nuestras hijas, que sientan que las amamos, pero tampoco queremos ser padres sobreprotectores. Queremos que sean niñas fuertes de carácter, que sean buenas personas, que se preocupen por los demás, que sean auténticas y sobre todo felices”.

 Ella da gracias a Dios por su esposo. “Tengo un esposo que está muy pendiente de su familia y que  me apoya muchísimo. En  los días de semana nos coordinamos según nuestras agendas para poder organizar el día de la mejor manera posible y tratamos que los fines de semana sean dedicados a nuestras hijas. Mi esposo es un excelente padre. Eso hace que cada día me enamore más de él.
David es el amo y señor de la casa, él nos consiente y  a cambio es adorado por sus hijas”, finaliza feliz Vanessa.

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