Ludwig Van Beethoven y Franz Schubert invitan a la fiesta que presidirán en el Festival de la Primavera. Fueron protagonistas de una amistad fortalecida hasta el momento en que expiró el genio sordo.
Uno de los concurrentes al sepelio, fue Schubert. Quietas las orejas en la hondura terrenal, alzó la copa. Bisoño y travieso brindó: “El primero por el que acabamos de enterrar, el segundo por el que sigue”, ignorando que ese era él.
Tomada la iniciativa, sin cáliz espirituoso, pidió ser sepultado junto al nicho que guardaba los restos de Beethoven.
De ahí la genialidad coyuntural de que sean dos colegas en el arte de producir maravillas en el sonido, los anfitriones de esta etiqueta con alma que revivirá la intensidad de aquellos días santificados por la gloria.
Nuevas generaciones de eminencias en la vena de la interpretación han aceptado la tarjeta escrita en póstumo por los dos vecinos de antaño pero con esencias de vida: Elisabeth Leonskaja, Hilary Hahn, Viktoria Mullova y Julian Rachlin con la orquesta de Viena y la filarmónica de Rótterdam.
Circularán por donde sea propicio escucharlas, la Heroica de Beethoven, cuyo segundo movimiento fue puesto como una marcha fúnebre en protesta por la coronación de Napoleón y el sonido revivido de las sinfonías completas de Franz Schubert.
Quién va a negar que la virtual fraternidad además de serlo por la amistad, lo fuera por haber sido ambos históricos precursores en la transición de lo que antes de ellos había sido clásico y en presencia de su creación, genuinamente romántico cuando el siglo XIX se tupía de sus primeros lustros.
Habrá techo para conferencias, presentaciones teatrales y ópera.
Si Granada fue el eje atractivo del mundo a través de la poesía, Viena lo será en la música
Ver en la versión impresa las páginas: 6 B